Queridos amigos:
Hace unos días recibí vuestra carta, que me llenó de satisfacción y que agradezco sinceramente. Tengo que reconocer que a mí me ha pasado lo mismo que a vosotros. También hacía tiempo que quería haberme puesto en contacto, pero entre unos líos y otros no me ha sido posible.
Además de poder experimentar el gozo de nuestra relación, quería y no quería -ahora os lo explico- ponerme en contacto, sobre todo para saber cómo andabas por dentro. Me quedé muy preocupado por tu estado de ánimo y, por una parte, quería que me sintiérais cercano a vosotros; pero, por otra parte, no quería agravar la situación.
Ya pude observar lo mal que lo pasaste en ese momento que estuvimos juntos. A mí también me hubiera pasado igual. Cuando estoy mal y la gente no deja de preguntar qué es lo que me pasa, al final no sé ni qué responder, ni cómo hacer para que me dejen en paz. Desearía que nadie me preguntase, hasta que la cosa fuera agua pasada. Me axfisia tanta pregunta, habiendo por mi parte tan escasa respuesta. A lo mejor tú no lo has vivido así y sólo ha sido una proyección hacia tí de lo que a mí me suele suceder. Pero esto me ha tenido retraído.
Alcanzo y me hago cargo de lo que habéis vivido y lo que estáis viviendo. No ha sido, ni es fácil. Después de llover siempre quedan charcos. Y a vosotros os ha caído un vendaval durante un par de años. No me extraña que la depresión, en una, y la impotencia, en otro, hagan acto de presencia. También en mí surgen sentimientos de impotencia, cuando pretendo salir al paso de la dificultad.
De todas formas quisiera que pudiérais contar conmigo en todo lo que soy y tengo. Albergo una enorme disponibilidad, fruto de mi cariño por vosotros. Pero no sé cómo hacer. Me gustaría tener poder especial para deshacer el entuerto. Pero no lo tengo. Y ante eso surge mi impotencia.
Sin embargo, por otra parte, pienso que tanto mi impotencia como la vuestra son un reclamo a no dejar el compromiso, sino a sacar los mejores resortes que tenemos para hacer frente a la situación, a pesar del cansancio acumulado y de la aparente ineficacia que genera nuestro esfuerzo. Estoy convencido de que, en situaciones de hondura en el dolor humano, se nos pide ser renovadamente creativos para salir de ellas. Es necesario mantener la convicción de que el río de la vida es más amplio en su curso que los remolinos que pretenden tragarnos. Nuestra tarea es la de esquivar esos remolinos. Y, si no hemos podido esquivarlos y nos han atrapado, urge que hagamos el esfuerzo, con uñas y dientes, de salir de ellos.
Así que os animo a sacar los mejores resortes de humanidad y de fe que tenéis. Confío en que vais a salir adelante. Tenéis vuestro apoyo mutuo. Y, además, contáis con buenos amigos, entre los que me cuento, que están dispuestos a acompañaros de manera incondicional. ¡Adelante!
La ayuda económica, que os he brindado para salir del paso a vuestra situación de paro laboral, me ha salido del alma antes que de mis escasas posibilidades. Me decís que estáis dispuestos a renunciar a ella, si es que hay una necesidad más urgente. Os agradezco vuestra generosidad, que se me hace más manifiesta, si considero lo mal que lo estáis pasando.
Siempre hay quien lo pasa peor que uno. No hay más que echar un vistazo a la geografía de la pobreza en el mapa del mundo. Esto tiene que hacernos responsables en nuestra solidaridad, pero sin agobios. Yo, en estos momentos, os estoy tratando de echar una mano, aunque no sea una ayuda sustanciosa. Agradezco vuestra responsabilidad y solidaridad con los que pueden pasarlo peor que vosotros. Con lo que me decís me siento libre a la hora de canalizar mi ayuda, si me surge una necesidad mayor a la que tenga que atender. Sin embargo, de momento me parece que, mientras estéis así, si no surge otra cosa más apremiante, debo seguir manteniendo las cosas como están.
Os quiero un montón y deseo ardientemente que pase vuestro mal momento y podáis disfrutar como merecéis. Un fuerte abrazo de vuestro amigo, que lo quiere ser en las duras y en las maduras.