Es patente que se necesita desarrollar una propuesta cercana e inductiva del camino espiritual de los cónyuges. Tiene que ver con la biografía personal, con la biografía conyugal. La espiritualidad va pegada a la vida de cada uno.
Se es espiritual en la forma de vivir la relación en la agenda de la vida cotidiana.
Se es espiritual en las decisiones de amar, más allá de lo que piden los sentimientos del momento de desilusión y desencanto.
Se es espiritual creyendo en el cónyuge, en su amor y su bondad; y haciéndoselo saber.
Se es espiritual arriesgándose a ser transparente, a dejarse ver y conocer en el territorio de la propia intimidad.
Se es espiritual dialogando, es decir, hablando y escuchando.
Se es espiritual ejercitando la ternura y la sexualidad.
Se es espiritual pidiendo perdón y dando el perdón que el otro necesita.
Se es espiritual luchando contra el demonio del mediodía que se expresa en el tedio, la monotonía y la tristeza, y suscita grandes ganas de huir, de cambiar permanentemente, de huir de sí mismo, y finalmente, de la propia relación conyugal.
Se es espiritual luchando contra el demonio meridiano que sugiere que ya está bien de seguir creyendo en el sueño y proyecto conyugal del noviazgo, que es hora de meterlo en un cofre bien cerrado para no sufrir de decepción.
Se es espiritual dándose besos y caricias.
Se es espiritual rezando juntos.
Se es espiritual yendo de paseo cogidos de la mano.
Se es espiritual dando gracias al cónyuge por el amor que te tiene y el amor que hace nacer en ti.
Se es espiritual dando gracias al Padre por el milagro del amor mutuo en la vida cotidiana.
Se es espiritual trasmitiendo la buena noticia de que el amor para toda la vida hace matrimonios felices.