En esta última entrega de la serie sobre María en el misterio cristiano avanzamos más allá de su identidad y destino personal (Inmaculada, madre virginal del Señor, asunta a la gloria) y nos detenernos en su relación y misión para con nosotros. Más en partícula detallamos la función que ejerce actualmente desde su condición gloriosa.
En la comunión de los santos
En la parábola del rico y Lázaro, narra Jesús que el primero, estando ya en el abismo, alcanza a ver a Lázaro en el seno de Abraham y entabla un diálogo con el patriarca. Este le dirá: "Entre vosotros y nosotros se abre una sima inmensa. Nadie puede cruzar de aquí para allá ni de allí para acá.. (Le 16,26). No es esto lo que confesamos de María glorificada: ella vive plenamente en "la comunión de los santos", que abarca a los bienaventurados y a los que están en vías de salvación. En esta comunión hay comunicación en ambos sentidos. El Dios bendito en sus santos habita nuestra soledad y ellos la acompañan .
En su vida gloriosa, el amor de María a Dios alcanza su ápice y también lo alcanza su amor por nosotros . Su estado presente no es ya una situación de prueba para ella, y sí de cercanía a los que son probados; no es una situación en que conoce a un puñado de personas y se mueve entre círculos reducidos de gente: en Dios todos podemos serie personalmente presentes; no es la suya una situación de vida emperezada y ociosa, pero sí lo es de un descanso y paz Fecundos, pues sigue cooperando en la historia de la gracia.
Podemos, pues , contar con ella, y con ella ha contado el pueblo cristiano, al menos desde que se refugió en ella con la plegaria Bajo tu amparo. Jesús la entregó como madre al discípulo amado (Jn 19,15-27), que no solo representaba a la comunidad juanica, sino a cuantos somos miembros del pueblo de Dios. Acogidos por ella, la acogemos como el Discípulo.
Títulos marianos
Se han dado a María muchos títulos para designar su función en la economía de la salvación. Unos se refieren más a la cooperación que, mientras vivía entre nos otros, prestó a la obra de Cristo: tales son los de Nueva Eva o corredentora; otros señalan su misión actual: intercesora , abogada , madre espiritual, madre de los vivientes, madre de los fieles , patrona, Señora, Reina, protectora , mediadora , medianera de todas las gracias, auxiliadora, soco1m, etc. Unos la presentan vuelta a Dios en favor nuestro; otros, inclinada hacia nosotros. Unos tienen más prosapia y mejor aceptación; otros, como el de corredentora, suscitan reservas dentro ele nuestra misma Iglesia católica.
En tres momentos del siglo XX se promovió la definición dogmática del título ele mediadora (de todas las gracias). Primero fue el cardenal Mercier, obispo de Malinas. Más tarde, 313 Padres del Vaticano II renovaron la pro puesta. En el último tercio ele la centuria , el movimiento Vox populi Mariae mediatici reclamó (y aún reclama) la definición solemne de los títulos ele corredentora, mediadora y abogada.
El Concilio orientó su magisterio en otro sentido y rehusó promulgar dogmas y dictar anatematismos. En las otras dos ocasiones, comisiones u organismos consultados se mostraron reticentes: porque el magisterio de la Iglesia ha sido parco en el uso de títulos como el de corredentora; porque se debe precisar nítidamente el significado de cada uno de los títulos propuestos y parece faltar claridad y precisión; porque, ante la petición del cardenal Mercier ele declarar a María medianera de todas las gracias, se preguntaba la Comisión encargada:¿debemos incluir la gracia habitual y las gracias dispensadas en el Antiguo Testamento?; por que un nuevo dogma parece inoportuno en el contexto ecuménico actual: hasta la enseñanza del Vaticano II, que afirma sin ambages la función materna e intercesora ele María en orden a nuestra vida teologal.
Presencias
Podemos recurrir , con algunos teólogos, a otro vocablo: presencia. Confesamos tres grandes presencias de Dios: su presencia creadora, por la que mantiene en su ser y actividad el universo y cada realidad del sistema del mundo; su presencia redentora, por la que en Cristo nos reconcilia consigo y nos renueva en lo más hondo, liberándonos ele nuestra culpa con su perdón recreador; su presencia santificadora, por la que el Espíritu nos integra en la vida de la comunidad ele los redimidos.
La presencia ele María es ele otro or den: ella, al igual que nosotros , es una criatura, una redimida, una santificada; pero no diluyamos su singularidad: es nuestra madre en el orden ele la gracia (LG 61) y su maternidad perdura desde la Anunciación hasta la consumación ele los elegidos (LG 62). No esquiva la vecindad con este pueblo peregrinante, es contemporánea suya y lo acompaña. San Germán de Constantinopla le declaraba:
Tú visitas a todos, y tu visitación y cuidado, Madre de Dios, alcanzan a todos . Aunque nuestros ojos están privados ele verte a ti, la Todasanta, tú habitas en me dio ele todos, y te manifiestas de distintas formas a cuantos son dignos de ti. […]. Creemos que tú caminas codo con codo con nosotros. En verdad, en verdad, te digo lleno de gratitud: aunque ya te marchaste, no te separas sin embargo del pueblo cristiano. [. ..] Te acercas a los que te buscan con fidelidad".
Múltiples testimonios personales hablan ele la presencia de María en caminos de acceso desde la increencia a la fe, en victorias sobre la tentación, en itinerarios de vuelta a la Iglesia , en experiencias místicas , en la fundación e historia ele Congregaciones y de Movimientos, en la actividad misionera. En unos casos aparece como la madre que reúne, con tribuye a crear un clima fraterno, ampara y cuida; en otros suscita la entrega a Dios y los múltiples servicios de la cari dad, entre ellos la actividad misionera.
Insistimos en esta última . El Sínodo sobre la Nueva Evangelización y el papa
Francisco nos urgen a ser Iglesia en salida, hospital de campaña, no Iglesia replegada sobre sí y encerrada en sus cenáculos. Grandes misioneros percibían a María como la mujer combatiente contra los poderes hostiles (cf. Gen 3,15) y se entendieron a sí mismos como instrumentos suyos en esta contienda sin tregua; también la han sentido como estrella de la evangelización.
Conclusión
María, la madre misericordiosa que intercede ante Dios obteniéndonos los dones de la salvación, está activamente presente en nuestra historia: en el Espíritu de Cristo Jesús y cooperando con este Espíritu, es modelo irradiante y atrayente de vida teologal , contribuye a nuestra generación y educación espiritual, ampara , acompaña, impulsa. Lázaro no podía, mojando la punta del dedo, ir a refrescar la lengua del rico; a María la hemos cantado como la nubecilla del Carmelo: impetra para nosotros el rocío del Espíritu .
Pablo Largo, cmf
Publicado en la revista "Iris de Paz"