Los momentos más significativos son aquellos en los que, sin saber por qué, me encuentro distinto, lanzado, optimista… Esos días en que, a pesar del madrugón y del atasco, me siento con ganas de empezar. Tengo fuerzas para sentarme a atender a los enfermos, a pesar de., y por encima de…, ilusión por emprender una tarea o reiniciar un camino de relación.
Son momentos de encuentro conmigo mismo; en el coche, luchando con un ordenador, estudiando, teniendo ese detalle con Mary para limar alguna aspereza, viendo a los niños felices… Cosas muy sencillas, pero que me ayudan a vivir en Paz y hacen que un día no sea igual a otro. La Fe está peleada con la rutina.
En ese encuentro descubro lo que no me gusta de mí. Y es que sólo hay sombra cuando luce el sol. Me veo incompleto, con deficiencias, cuadriculado, terco, cerrado… Pero esa tensión entre lo positivo y lo negativo, entre la luz y la sombra es lo que nos hace avanzar. Mis limitaciones también me marcan -como la señal de «paso prohibido»- el camino que puedo seguir.
Esos momentos los vivo con conciencia de bienaventurado por tener un «norte» en mi vida. El matrimonio, los hijos, la profesión, los enfermos, mi hobby, las pequeñas ilusiones, lo que puedo ofrecer a los demás… no son un fin. Son luces, aunque a veces cuesta reconocerlas, que me guían, que dan sentido a mi vida. Así es como siento muchas veces a Dios. Es esto lo que me lleva a asumir responsabilidades con mucha tranquilidad.
