Credo, Biblia y experiencia

Lo que para mí es el Espíritu está contenido en primer lugar en la fe que profeso con toda la Iglesia cada domingo en la Eucaristía o en la celebración de otros sacramentos. Ya la estructura del credo me dice que el Espíritu es una de las tres personas de la Trinidad y así me lo hace confesar junto al Padre y al Hijo. Además de esto el credo me indica algunos contenidos. El Espíritu es: «Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo», y con ambas personas trinitarias «recibe una misma adoración y gloria y que habló por los profetas». Gracias a su intervención la Revelación ha llegado a su culmen: el Mesías «por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen».

En segundo lugar el Espíritu es para mí o que las Sagradas Escrituras me dicen de Él, cosas maravillosas y sorprendentes. ¿No es acaso sorprendente que todo el Antiguo Testamento se abra (Gn 1,2) y se cierre (Sb. 12,1) con una mención al Espíritu?

(JPG) También el Nuevo Testamento se acaba con una invocación al Espíritu (Ap 22,17). En la Biblia son muchas y muy ricas las imágenes que tratan de darlo a conocer en su ser y actuar: fuerza creadora y vivificadora; don que infunde la sabiduría a los hombres que tienen una misión importante en la historia de la salvación; energía para la vida moral del hombre; escritor de la ley nueva en los corazones del futuro pueblo mesiánico-profético; presencia primera y permanente en la vida de Jesús de Nazaret; don de Jesús a su Iglesia para ser consolador, guía hacia la verdad, recuerdo de sus palabras, etc. No podemos aquí más que señalar unas pocas imágenes, pero ya ellas me dan idea de lo mucho que dicen las Escrituras sobre el Espíritu. Ahí encuentro una fuente inagotable para su conocimiento. En tercer lugar el Espíritu es para mí lo que yo siento y experimento de Él en mi vida de creyente. Porque al Espíritu Santo no se le puede ver, pero sí se le puede experimentar, ¡y cómo!¿No es acaso Él la presencia más cercana de Dios a la vida de cada cristiano? Él me ha hecho Iglesia en el Bautismo, me ha fortalecido para el testimonio en la Confirmación, hace posible con su virtud la transformación de los dones eucarísticos en los cuales se me da Cristo mismo, Él borra mis pecados, me ha instituido ministro en la Iglesia para la edificación de todos, me hace testigo de la llamada al matrimonio cristiano, se hace, mediante la unción, fortaleza y consuelo ante la enfermedad, raparte los carismas para edificación común, es fuerza de la misión evangelizadora. Así es como yo lo veo actuar en la comunidad eclesial y también en mí mismo. Desde hace tiempo he experimentado con verdad que mi vida como cristiano no puede ser sino como san Pablo la describe: «una vida en el Espíritu».