V Martes de Cuaresma
(Núm 21, 4-9; Sal 101; Jn 8, 21-30)
Crisis
A punto de coronar los días cuaresmales, la imagen bíblica del pueblo de Israel, agotado y crítico -“En aquellos días, desde el monte Hor se encaminaron los hebreos hacia el Mar Rojo, rodeando el territorio de Edom. El pueblo estaba extenuado del camino, y habló contra Dios y contra Moisés” (Núm 21, 4-5)-, puede reflejar nuestro posible cansancio, no solo por el tiempo litúrgico, sino por alguna circunstancia de la vida, que se obstina en hacerse dura y difícil, y que provoca la tentación de sentir la derrota.
En el momento de la angostura, cabe la protesta, o el grito de auxilio ante Dios, como dice hoy el salmista: “Señor, escucha mi oración, que mi grito llegue hasta ti; no me escondas tu rostro el día de la desgracia” (Sal 101).
Es en la prueba cuando se descubre realmente la autenticidad de la fe, o por el contrario, si nuestra esperanza está sostenida únicamente por lo visible o lo palpable, como denuncia Jesús en el Evangelio: “Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo” (Jn 8,23).
Santa Teresa de Jesús
La santa castellana es maestra para los tiempos de prueba y dificultad. Los caminos recorridos en sus últimos veinte años, en los que llevó a cabo las fundaciones de los monasterios de monjas carmelitas descalzas, nos lo demuestran. “Con esto se juntaron todas las dificultades que podían poner los que mucho lo habían murmurado, y entendí claro que tenían razón. Parecíame imposible ir adelante con lo que había comenzado, porque así como antes todo me parecía fácil mirando a que se hacía por Dios, así ahora la tentación estrechaba de manera su poder, que no parecía haber recibido ninguna merced suya; sólo mi bajeza y poco poder tenía presente” (Fundaciones 3, 11).
Pongo un ejemplo emblemático, para observar hasta qué extremo las dificultades más objetivas se pueden convertir en tentaciones. “Porque ir yo a Burgos con tantas enfermedades, que les son los fríos muy contrarios, siendo tan frío, parecióme que no se sufría, que era temeridad andar tan largo camino, acabada casi de venir de tan áspero como he dicho en la venida de Soria, ni el padre Provincial me dejaría. Consideraba que iría bien la Priora de Palencia, que estando llano todo, no había ya que hacer. Estando pensando esto y muy determinada a no ir, díceme el Señor estas palabras, por donde vi que era ya dada la licencia: No hagas caso de esos fríos, que Yo soy la verdadera calor. El demonio pone todas sus fuerzas por impedir aquella fundación. Ponlas tú de mi parte porque se haga, y no dejes de ir en persona, que se hará gran provecho (Fundaciones 31, 11).