Señor, ¿cómo nos quieres tanto?,
¿cómo eres tan divinamente delicado
con nosotros?
Callas y nos dejas hacer.
Nos liberas y nos dejas el campo abierto
para que elijamos el camino
y para que avancemos en libertad.
Tu lenguaje no es la amenaza
sino el amor verdadero y permanente.
Siembras nuestra vida de señales
para demostrarnos tu cercanía
y nos sigues amando.
Al cabo de los años has acumulado
tanto amor en nuestra vida
que nos preguntamos anonadados por qué.
¿Cómo te empeñas en ser tan paciente
con nosotros?
¿Cómo eres así, tan manirroto,
tan derrochador,
tan incomprensiblemente fiel?
Tienes las manos agujereadas
y no sabes ni puedes retener nada para ti.
Lo tuyo es dar y darte
siempre,
del todo,
con alegría,
cada instante.
No te importa el fuego del verano,
ni el hielo del invierno.
Si nos asomamos a la ventana
siempre te encontraremos esperando.
Abrasado de calor o cubierto de rocío,
jamás has abandonado nuestra puerta
para entrar cuando nosotros abramos,
cuando te invitemos.
Señor, ¿cómo nos quieres tanto…?