Bajo las olas agitadas del odio,
cuánta bondad, Señor,
y cuánto amor hay en nuestro mundo.
El bien queda oculto
a las miradas superficiales
y sólo se descubre
con los ojos del corazón.
Hay que sanar el corazón
para poder contemplar las maravillas del espíritu.
Sorprender al pobre que da a otro pobre
la moneda que él necesitaba para vivir;
encontrar a la mujer
que ya ha perdonado
a quien acaba de asesinar a su hijo;
conocer al apóstol
que deja a su padre y a su madre,
que abandona su casa, su lengua,
su cultura, su país
y marcha para siempre
a anunciar la Buena Nueva a los pobres.
Señor, ilumina los ojos de nuestro espíritu,
descúbrenos las maravillas que realizas
continuamente en nosotros
y enséñanos a cantar el magnificat
de acción de gracias
para alabanza de tu gloria.
Amén.