De entrada, parece ser una pregunta impertinente. Naturalmente que dura para toda la vida. “te quiero a ti, me entrego a ti me comprometo contigo…. todos los días de mi vida”. En la entraña del amor conyugal reside la totalidad de la vida y de su tiempo. El amor conyugal se basa en la experiencia de la pasión amorosa que exalta, enardece y descentra de sí; saca de la soledad. Es una continuada experiencia de desbordamiento hacia el otro.
Por otra parte, sin embargo, las estadísticas nos dan informaciones impactantes. La gente se casa menos; se extiende el número de parejas de hecho. De entre los que se casan, en algunos países, casi el 50% de los matrimonios terminan en separación y divorcio. La duración media de las parejas de hecho en países como Reino Unido y Estados Unidos es de dos años. Paralelamente se calcula que cerca del 50% de los hijos nacen fuera del matrimonio.
Una visible consecuencia social de estos hechos reside en que las rupturas matrimoniales son una nueva fuente de pobreza que se concentra en las familias mono-parentales. Esta situación influye negativamente en la educación de las nuevas generaciones.
¿Metamorfosis del amor?
Estos datos hacen surgir preguntas cómo espadas: ¿Qué está pasando con el amor en la situación cultural posmoderna? ¿Se está transformando?¿Nos hemos vuelto incapaces de amar?
Una primera explicación sugiere que se confunde el amor con la pasión. Ciertamente el amor conyugal es un sentimiento. Despierta la búsqueda apasionada del otro. Saca de la soledad. Libera del anonimato de la pandilla y crea singularización. La complementariedad de pareja es consecuencia de ese encuentro. Hay estadísticas que nos recuerdan que el amor dura una media de tres años. En la cultura posmoderna esto parece un destino común. ¿Será que padecemos una epidemia de narcisismo que impide hacer la experiencia del amor en sentido pleno? ¿Será cuestión de la afirmación de la libertad personal entendida como independencia y libertad de descuidando la libertad para?
Efectivamente el amor, además de sentimiento excitante e incitante, es una decisión; es ejercicio de la voluntad libre. No se agota en la complementariedad del do ut des. Incluye, sobre todo, la donación. El amor es don de sí mismo, desasimiento, desposesión y descentramiento.
Pone en movimiento centrífugo. Pero es cierto que su expresión se construye socialmente. En efecto, los cambios culturales, médicos, sociales, morales han afectado mucho la relación matrimonial: el sexo se ha separado del amor; el amor se ha disociado del compromiso; el matrimonio se ha separado de la procreación; el cuidado y la educación de los hijos es asumido en gran medida por la responsabilidad del Estado.
En esta situación cultural y social, el matrimonio es un proyecto a definir y acordar por los cónyuges. Exige más atención y cuidado. No resulta bien por su propio automático dinamismo. Requiere inversión de tiempo, revisión de vida, perdón. El matrimonio es una escuela de amor y relación. Hasta ahora la mejor escuela para aprender a vivir la propia identidad con estabilidad y amor. El futuro traerá sus sorpresas. Pero hoy por hoy el matrimonio y la familia son la mejor escuela de humanidad y de futuro.