Jeremías (7,23-28):
ESTO dice el Señor:
«Esta fue la orden que di a mi pueblo:
“Escuchad mi voz, Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo. Seguid el camino que os señalo, y todo os irá bien”.
Pero no escucharon ni hicieron caso. Al contrario, caminaron según sus ideas, según la maldad de su obstinado corazón. Me dieron la espalda y no la cara.
Desde que salieron vuestros padres de Egipto hasta hoy, os envié a mis siervos, los profetas, un día tras otro; pero no me escucharon ni me hicieron caso. Al contrario, endurecieron la cerviz y fueron peores que sus padres.
Ya puedes repetirles este discurso, seguro que no te escucharán; ya puedes gritarles, seguro que no te responderán. Aun así les dirás:
“Esta es la gente que no escuchó la voz del Señor, su Dios, y no quiso escarmentar. Ha desaparecido la sinceridad, se la han arrancado de la boca”».
Reflexión
La esencia de la alianza es la fidelidad y esa la tenemos garantizada de parte de Dios. «Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo» es el mensaje. Y esa Alianza no se romperá jamás, a pesar de los vaivenes con que el pueblo responda a la presencia/ausencia de Dios. Desde ahí hemos de entender la Alianza porque no se trata de una relación simétrica, sino desproporcionada. Cuando pretendemos que las personas respondan con la perfección de quien crea la Alianza, nos olvidamos de la condición antropológica de estar siempre necesitados o mendicantes de una misericordia imprescindible porque nunca llegaremos a corresponder a la gracia recibida. Nuestro Dios es Dios amor porque se entrega de una manera absoluta, constante e inequívoca en su condición de Padre; nosotros respondemos a esa gracia recibida acogiendo, intuyendo y siguiendo con la certeza de que nunca nuestra respuesta será del todo limpia. Extrapolando la relación Padre-persona a la construcción de la fraternidad, nos ayuda saber que la condición del ser humano es la no perfección para no exigirnos, artificialmente, unas relaciones que jamás podrán darse entre nosotros con la mirada limpia y transcendente de Dios. Un componente esencial de la Alianza, por tanto, es la paciencia con la que el pueblo ha de dejarse construir como pueblo de Dios. Cada vez más convencido y atento al cuidado de quien es Amor.
Oración
¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras?
¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el ángel me decía:
«Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía»!
¡Y cuántas, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!
(Félix Lope de Vega)