Reflexión
Si hay algo desconcertante para el ser humano es entender en qué consiste la fecundidad para Dios. Nuestra comprensión del bien y la posibilidad nada tienen que ver con las promesas que Dios nos hace con su Alianza. El desconcierto puede ser grave hasta llegar a pensar que todo es una vana ilusión. El libro del Génesis nos obliga hoy a pensar en esa fecundidad desconcertante de nuestro Dios. Le dice al anciano Abrahán: «Te haré fecundo sobremanera». Y ante semejante propuesta lo único que cabe es la respuesta en fe, porque en la vida de Abrahán, intuimos, no había muchas razones objetivas para la comprensión de esa fecundidad. La fecundidad que nos proporciona nuestro Dios, sin embargo, es real. Es otra visión que nos capacita para entender que son otros caminos, otros valores y otras búsquedas las que, en verdad, sostienen nuestra felicidad. Es una fecundidad real porque no se sustenta en el efecto multiplicador de beneficios, sino en un corazón que se ensancha constantemente al ver, de manera palpable, que también hoy, en esta era, sigue revelándose una novedad tan grande que nos permite leer la vida como misión y el mundo como fraternidad.
Oración
Jesús compañero y amigo,
haz de nosotros instrumentos de tu paz,
donde hay odio, pongamos amor,
donde hay ofensa, pongamos perdón,
donde hay error, pongamos verdad,
donde hay desesperación,
pongamos esperanza,
donde hay tinieblas, pongamos tu luz,
donde hay tristeza, pongamos alegría,
donde hay egoísmo, pongamos generosidad.
Que no busquemos tanto
ser consolados como consolar,
ser comprendidos como comprender,
ser amados como amar,
ser ayudados como ayudar.
Porque dando se recibe,
olvidando se encuentra,
perdonando se es perdonado,
muriendo se resucita a la vida eterna.
(Francisco de Asís)
