Lucas (6,36-38):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros».
Lectura
«Sed misericordiosos…» nos dice hoy el evangelio. Y es todo un compromiso de fraternidad. Todo un ejercicio de donación y vaciamiento. Misericordia es una tensión evangélica de primer orden. No es una palabra fácil o suave; es radical. Ser misericordiosos exige no solo palabras evangélicas, también actitudes comprometidas. La misericordia nos capacita para el encuentro pleno con las personas, nos lleva a ponernos en su lugar y así asumir como propio su sufrimiento y su paz. Construye la fraternidad y la hace fecunda capacitándola para la misión. Es la «viga maestra» sobre la que se apoya la fe. Urgidos por una mirada de misericordia ante la realidad se libera la solidaridad y el perdón, se hace realidad la comunidad y el seguimiento de Jesús porque nos capacita para para la comprensión de la vida desde la lógica del Reino y la ruptura con la estructura cruel de entender el mundo como mercado.
Oración
Haz que cada uno de nosotros
escuche como propia la palabra
que dijiste a la samaritana: ¡Si conocieras el don de Dios!
Tú eres el rostro visible del Padre invisible,
del Dios que manifiesta su omnipotencia
sobre todo, con el perdón y la misericordia:
haz que, en el mundo, la Iglesia
sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso
(Oración del Año de la Misericordia)
http://www.fundacionproclade.org