Reflexión
«El Señor está cerca de los atribulados» respondemos hoy en el salmo responsorial. Y es, sin duda, una gran certeza. Quien ha perdido toda seguridad encuentra en Dios la seguridad insegura de quien cuida su vida. La tribulación no es imprescindible para encontrar a Dios y, por supuesto, nuestro Dios no goza con que sus hijos estén atribulados. Pero qué gran verdad es que la conciencia de necesidad abre las entrañas de la fe y la visión del corazón para llegar a Dios. No es Dios una necesidad para quienes se creen satisfechos o confortados con los resultados que la vida les proporciona, pero sí es el padre que comprende y conforta toda inquietud e incógnita que en su vivir encuentran sus hijos. Nuestra humanidad camina evidentemente hacia Dios. Lo hace en conjunto, con muchos signos de fraternidad y consuelo; con anti signos de egoísmos y autodestrucción. Los cristianos somos aquellos que subrayamos los signos de bien y búsqueda y quienes con el testimonio de nuestra propia vida, conscientes de la debilidad, decimos a toda la humanidad que la dificultad, debilidad y pecado nos acercará al encuentro con quien es la salud del mundo.
Oración
Que seamos, Señor,
manos unidas
en oración y en el don.
Unidas a tus Manos
en las del Padre,
unidas a las alas fecundas
del Espíritu,
unidas a las manos
de los pobres.
Manos del Evangelio,
sembradoras de Vida,
lámparas de Esperanza,
vuelos de Paz.
(Pedro Casaldáliga, cmf)