En nuestros días la tensión entre la vida y la muerte se presenta de una forma dramática. Todos dicen que aman la vida, pero por todas partes asoman siniestramente imágenes de la muerte. Bien cerca de nosotros existen millones de hombres, particularmente niños que mueren de hambre; gobiernos que promueven acciones letales contra los que están por nacer, contra los ancianos, contra los enfermos incurables; y se extiende vertiginosamente por todos los sitios el azote de la droga.Desde la tradición cultual mariana nos llega una invitación a ponernos serenamente, y por así decir, de modo espontáneo, de parte de la vida.La imagen de María grávida parece exhortarnos a considerar con sumo respeto a toda mujer encinta; a ver en cada parto de mujer un reflejo del parto de María, por medio del cual el Hombre-Dios ha entrado en la historia; a favorecer toda iniciativa ordenada a tutelar la vida incipiente; a acercarnos con comprensión y misericordia a las mujeres que por circunstancias diversas -injusticia de la sociedad, violencia sufrida, falta de fe….- están tentadas de tomar soluciones de muerte para el fruto que llevan en su seno.Que Santa María que se lo dio todo a la Vida, su corazón, su honor, su capacidad de amar, nos enseñe a luchar para que todos tengan vida y la tengan abundante.
San Esteban, protomártir
Mt 10,17-22. No seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu de vuestro Padre