Todo cambia. Todo es provisional. No podemos embarcarnos en decisiones que comprometen nuestro futuro. La vida da muchas vueltas. El futuro no está en nuestras manos, es impredecible. Está lleno de sorpresas, en cuanto al trabajo, la salud, las familias, las relaciones personales. Se suele expresar en la exclamación: Nunca pude imaginar que estas personas llegaran a hacer tal y tal cosa.
Refiriéndose al matrimonio, la Exhortación Postsinodal del Papa Francisco titulada “La alegría del amor” hace ver los efectos de esta cultura de lo provisional:
- La facilidad con que las personas pasan de una relación afectiva a otra.
- Por influjo de las redes sociales muchas personas creen que el amor se puede conectar y desconectar a gusto del consumidor
- El compromiso definitivo suscita un gran temor.
- La obsesión por el tiempo libre.
- Se miden las relaciones por el cálculo de costos y beneficios y se convierten en un medio para remediar la soledad, para tener protección o para recibir algún servicio.
- Se traslada a las relaciones afectivas lo que sucede con los objetos: Todo es descartable, usar y tirar.
- El narcisismo vuelve a las personas incapaces de mirar más allá de sí mismas, de sus deseos y necesidades.
En este contexto se explica el hecho creciente de las separaciones y divorcios en nuestra sociedad. Los había retrasado la crisis económica. Al mejorar la situación económica, crecen las separaciones. Y es que las relaciones conyugales que se reducen a la utilización mutua, no puede durar. El final “quien utiliza a los demás tarde o temprano termina siendo utilizado, manipulado y abandonado con la misma lógica” (La alegría del amor, 39).
La relación conyugal de amor, fiel y estable, es un desafío. Siempre lo ha sido. Y, al mismo tiempo, una vocación que llama y fascina desde dentro. Las crisis matrimoniales son inevitables en las historias de amor. La cuestión capital es cómo se abordan esas crisis que son, en realidad, oportunidades. Para un buen enfoque se requiere el ejercicio de diálogo, de paciencia, de reconciliación y sacrificio. Pero es el precio del crecimiento en la relación de amor conyugal. Un precio similar, por lo demás, requiere el crecimiento en las relaciones de amistad, de fraternidad, de familia. Nadie dice que sea cómodo. Pero los que lo viven atestiguan que es apasionante, que confiere intimidad, responsabilidad y felicidad.