Padre santo:
infunde en nuestro corazón
los mismos sentimientos de Jesucristo
que llevaron a tu Hijo
a nacer pobre en Belén,
a vivir oculto en Nazaret
y a morir desnudo en el Calvario;
que le impulsaron
no a ser servido sino a servir,
no a buscar los primeros puestos sino a ocupar los últimos,
no a dominar sino a lavar los pies
a sus hermanos,
no a figurar como los grandes de la tierra
sino a ser la humildad hecha carne
que habita entre nosotros.
Cura nuestro espíritu de la ambición
y nuestros ojos de la altanería
para que sepamos verte como Abbá,
despojados de nosotros mismos
y abiertos a tu misericordia.
Amén.