Escuchando un programa radiofónico esta tarde, me ha conmovido las reflexiones y testimonios de un grupo de jóvenes cuando comentaban sus experiencias vividas estas Navidades.
Unos se habían dedicado a estar en un hogar de acogida de mayores que no tienen a nadie o nadie se acuerda de ellos. Con ellos han cenado la Nochebuena y los han acompañado durante estos días. La Nochevieja decían que en lugar de irse a la calle a tomarse las uvas como algunos amigos suyos, prefirieron estar con los más olvidados. Otros, optaron por ir a un centro de reeducación social, divirtiéndose con ellos, aconsejándoles, paseando y por supuesto han cenado y han comenzado el Nuevo Año brindando con estos jóvenes.
Habrán sido unas Navidades diferentes tanto para los mayores acogidos, como para estos chicos que se rehabilitan.
Al final terminaban diciendo: que ellos fueron pensando en prestar ayuda y hacerles pasar unas Navidades en familia, pero al final han salido agradecidos y satisfechos del ejemplo que estas personas les han dado, ya que han sido ellos los que se lo habían pasado mejor de lo que esperaban. «Reír con el que ríe y llorar con el que llora», ha tenido su premio.
Hoy que tanto se habla y critica a la juventud, en general, por su masiva participación en el botellón en actos de violencia, etcétera, merece la pena destacar esta postura testimonial de estos jóvenes, que no ha pensado en ellos sino, en que podían hacer para, llevar la alegría a quiénes la necesitan. ¡Que Dios os bendiga!