Hay que recuperar al hombre y ayudarle a entrar en ese no tiempo del que habla Juan de la Cruz. Es el lugar de aprendizaje más definitivo. No aprendemos cuando acumulamos saberes -lo que requiere tiempo-; aprende cuando olvida lo que sabe y entra en ese no saber que caracteriza a quien va siendo educado en sabiduría, que es don de Dios.
Nos dificultan la educación en sabiduría el agobio, la ansiedad, la prisa, la razón de eficacia. No hemos descubierto esa aparente incongruencia de la eternidad incrustada en nuestro tiempo diario. El hombre sólo puede descansar en el horizonte, -como perdido-, donde menos se fatigan los ojos; hasta se cierran para velar, meditar, soñar..,, que no sólo para dormir. Dios es el horizonte donde descansan los ojos del corazón (Ef 1,18) y el alma fatigada. Cuando se comienza a ver, puede ocurrir que los ojos se cierren. A ellos se refería santa Teresa cuando escribía: sin querer se le cierran los ojos. En ese aparente dormir, el hombre está aprendiendo a despertar...
Hay que recuperar lo sagrado, el misterio, el horizonte. Es preciso salir de la estrechez de las calles, de la prisa de las personas, de la velocidad y del vértigo construido, incluso como distracción y entretenimiento. Hay que recuperar la verdad que enuncia san Agustín; “Otium grande negotium”. ¡El ocio es un gran negocio! El ocio, reinterpretado como en su origen, es el ámbito humano oportuno para la contemplación’. Y todo con una intención última, que perfecciona nuestra mirada. Ocio es estar disponible para Dios – 'vaccare Deo' según los primitivos. Hoy lo traduciría, a mi manera. Se trata de aprender a ‘no hacer nada, para que Todo me ocurra' ¿Quién lo puede entender? Sin embargo, en las cosas que no entendemos está la última explicación de lo que podemos entender. Sin esos espacios paradójicos, el tiempo diario sería perder el tiempo; un robo porque el tiempo es de Dios.
Necesitamos mística y misterio para defendemos de tanda publicidad y redamos de grandes letras dislocadas, a colores, fijas, intermitentes. Necesitamos recuperar, el momento contemplativo. Todo sería cotidianamente nuevo… ¡Gran significado representa el saber perder el tiempo -por un tiempo…-. Quizás lo que digo es demasiado; ¡Lo es para mí,,,! Pero hay que decirlo…, aunque duela y entre todos haremos que Dios nos ocurra, sin tiempo. ¡Contemplar… eso es!
Nicolás Caballero