Despedida

Me llevaré el campo verde, el azul del cielo, la serena
mañana, la viva esperanza del pueblo.

Me llevaré el color de la infancia, la mano campesina,
las casas más pobres, el perfume de la rosa, el olor a
azahar, el encanto de los humildes jardines y huertos.

Me llevaré la sabiduría y el silencio de los mayores, el
dolor de los enfermos, la tarde serena, las blancas
sonrisas, el amor de Rita, Emilio, Belén, Alberto, Fátima,
Gustavo…

Me llevaré el alma luminosa de las comunidades, los
nombres de mis hermanos misioneros, las fiestas
patronales, el santo rosario y un Padre Nuestro.

Me llevaré el recuerdo del Lapacho, la claridad de los
enamorados, el dolor de los que no pudieron nacer, el
corazón vestido de bodas, el traje de obrero del evangelio, la soledad de quienes siguen abandonados, las miradas que esperan auxilio.

Me llevaré el toque de campanas, la sonora compañía
de los campeones del vuelo, el bautismo en las aguas
eternas de Yguazú, los pies descalzos, las horas de
desierto, la noche estrellada, el polvo de los caminos, los
viajes a las comunidades campesinas.

Me llevaré todos los rostros, las palabras amables, los
más hermosos cantos, el arpa y la guitarra envolviendo
mis ligeros sueños, el clarín de los gallos, los cantos de
Santos y algunos tragos de mate y tereré.

Me llevaré el alma agradecida y arrodillada, mi gracia
y mi pecado, la vida regalada y ofrecida, alguna lágrima,
la plegaria que abría el día y el salmo que cerraba la
jornada.

Me llevaré el pan de la Eucaristía y la Palabra que
anuncié en nombre del que es la Resurrección y la Vida, la Luz y el Camino.

Me llevaré la “golondrina misteriosa” que en mí
revolotea haciendo memoria de la más amada de las
ausencias – bendita madre mía – Suave voz que siempre
me acompaña poniendo buen rumbo a mi vida. Su divino
pecho alienta y sostiene la historia de mis días hasta el
definitivo encuentro.