¡Despertad al mundo! Hace tantos siglos nació… Hoy es… la vida consagrada

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.No sabemos a ciencia cierta cuándo nació o se despertó. En el grupo de Jesús todos eran probablemente casados: sus discípulos y sus discípulas. El celibato no era un requisito necesario, obligatorio, para entrar en el grupo especial de quienes –varones y mujeres- lo seguían (Lc 8, 1-3).  No obstante, seguidores y seguidoras se sentían interpelados por Jesús para compartir su estilo de vida en pobreza, en oración, en y misión evangelizadora y terapéutica.

No sabemos cuándo la vida consagrada o religiosa nació. En el grupo de los primeros cristianos se extendió un deseo, un sueño: ser una comunidad en la cual todos tuvieran “un solo corazón, una sola alma y todo en común”.  Celebraban la Eucaristía en las casas. Compartían los bienes. Se dejaban dirigir por la Palabra de Dios, transmitida por profetas y apóstoles.

No sabemos cuándo la vida consagrada nació. Lo que sí es cierto que toda la comunidad cristiana, representada simbólicamente en los Doce Apóstoles, se sintió “el pueblo de la Alianza”, “el nuevo Israel”, el movimiento juvenil revolucionario y apocalíptico de Jesús que introducía en el imperio el ansia de una “nueva Jerusalén”, alternativa a la Babilonia de los poderes destructivos y perversos.

Poco a poco, a partir de estos presupuestos, surgieron jóvenes mujeres que se negaron a las bodas. Renunciaron a los esposos que sus padres les asignaban y defendieron que ellas tenían “otro esposo”, asignado para ellas por el mismo Dios. La Iglesia pronto les reconoció legitimidad y celebró solemnemente esas “bodas místicas”; quedaban selladas por el Espíritu Santo. “Recibe el sello del Espíritu Santo”, les decía el Obispo o el mismo Papa en la solemne celebración. Así surgió el “ordo virginum”. Padres de la Iglesia como san Ambrosio de Milán o san Jerónimo, o el padre de la Iglesia casado san Gregorio de Nisa, reconocieron la belleza, la relevancia, de esa forma de ser cristianos. ¡Qué elogios tan bellos y magníficos hicieron de la virginidad!

Algún siglo después, varones y mujeres se sienten muy interpelados por la decisión de un joven llamado Antonio. Entró en una Iglesia y escuchando el texto evangélico de Jesús y el joven rico experimentó cómo “era tocado”  por la mano de Dios. Emocionado, conmocionado, apenas salió de la Iglesia decidió vender todos sus bienes, darle el dinero a los pobres e irse al desierto y emprender una larga aventura de penetración progresiva en lo más profundo del desierto. Allí se propuso vivir el Evangelio. El Espíritu Santo fue llevándolo paso a paso hacia una vida evangélica de contemplación y de irradiación, que hizo de él uno de los padres del monacato: san Antonio abad.

La vida consagrada siguió despertando bajo otras formas.  Un joven militar, Pacomio, sintió junto al río Nilo la llamada a cumplir la voluntad de Dios. Ésta le orientó sorprendentemente hacia los hermanos y le pidió que formase comunidades, y que hiciera surgir la gran “koinonía”. El sueño inspirado de Pacomio era fundar comunidades en las que fueran posible el ideal de los Hechos de los Apóstoles: “un solo corazón, una sola alma y todo en común”. También san Basilio y san Agustín siguieron y profundizaron más en esta misma dirección. Los desiertos y las ciudades fueron poblándose de quienes soñaban con un nuevo tipo de sociedad, donde la caridad fuera la ley, el lazo de unión. Y san Benito le dio a la vida de soledad y de koinonía su forma monástica más cumplida e inteligente.

Desde entonces la vida consagrada no ha dejado de renacer bajo formas sorprendentes. Se volvió itinerante, mendicante, apostólica, misionera, contemplativa y caritativa, hospitalaria, redentora, educadora, cuidadora, investigadora, artística. El segundo milenio ha asistido a muchas navidades de formas de vida consagrada, femenina y masculina. Y se ha creado una red que envuelve a todo el planeta y llega hasta los lugares más inaccesibles: desde el polo norte al polo sur, en las selvas y en las altas montañas, en las autopistas y en los cauces de los ríos… Las diversas confesiones cristianas han sentido el atractivo de esta forma alternativa de contemplación y profecía dentro de la Iglesia.

Hoy se inicia el año de la vida consagrada, convocado por el Papa Francisco. Desde este 30 de noviembre de 2014 hasta el 2 de febrero de 2016 evocaremos la memoria de la vida consagrada, celebraremos su presente y soñaremos su futuro.

Quienes hoy pertenecen a la vida consagrada en sus formas monástica, contemplativa, apostólica, y de consagración secular, son más de millón y medio de personas. En nuestra Europa, en Norteamérica,  en América del Sur, la vida consagrada muestra una serena madurez, en algunos lugares se ha vuelto anciana, con síntomas de cansancio y no excesiva fecundidad aquí, aunque a ella se debe la exuberante fecundidad a distancia: en tantos nuevos países a donde envió a sus misioneros y misioneras. En otros continentes florece  la vida consagrada con una sorprendente fecundidad.  Son muchos los jóvenes y las jóvenes de los más variados pueblos, lenguas y culturas, que sienten el atractivo irresistible de esta forma de vida.

La vida consagrada es hoy una red mundial de mujeres (el 80%) y de varones (el 20%) que tratan de vivir lo que en los inicios iba despertando poco a poco. Quienes se acercan a esta forma de vivir la fe cristiana descubren que en ella está presente la alegría del Evangelio, que ofrece espacios para el crecimiento de la personalidad, que lanza hacia lo desconocido para realizar obras buenas, misericordiosas, para extender las bienaventuranzas de Jesús,  para aglutinar a los hijos e hijas de Dios dispersos e irreconciliados, para despertar al mundo y para llegar -no pocos de ellas y ellos- a los estados místicos más sublimes.

Sí, la vida consagrada ya ha despertado. La vida consagrada “despierta”. Pidamos, con toda intensidad, por ella. Para que el Espíritu que la anima,despierte al mundo, a nuestras iglesias particulares, a nuestras familias, a nuestros pueblos, a nuestra sociedad.

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Extraído del blog "Ecología del Espíritu"