Si después del anuncio del mensajero celestial, la Virgen de Nazaret es llamada también «bendita entre las mujeres» (Lc 1, 42), esto se explica por aquella bendición de la que Dios Padre nos ha colmado en los cielos, en Cristo (RM, 8).
María es proclamada «bendita entre todas las mujeres», la «benditísima». Así lo fueron, en el antiguo Testamento, Yael, la mujer de Jéber el quenita (Jc 5, 24), y Judit (Jdt 13, 18) por haber sido instrumentos de Dios para derrotar a poderosos enemigos. Isabel desea a María la bendición. La bendición desciende de Dios hacia el hombre. Por medio de ella, Dios le comunica la vida, los medios para sustentaría, como la comida y la bebida, y la capacidad de propagarla, como la fecundidad. María es bendita porque sobre ella ha descendido la misma fuerza de Dios, que hace posible que de ella nazca el Mesías, el bendito por excelencia, que viene en el nombre del Señor (Lc 19, 38). Dios ha bendecido el seno de María, haciéndolo prodigiosamente fecundo. María ha sido bendecida «con toda clase de bendiciones espirituales». Ha participado superabundantemente de esa bendición que ha sido prometida a todos los hombres. Pero en María se ha realizado de forma especial y excepcional (RM, 8). Ella es la benditísima entre las mujeres. Ella sola ha sido elegida como madre del Hijo de Dios, «madre del Señor» (Lc 1, 43).
ORACIÓN
Padre de quien procede toda bendición, bendito seas por haber derramado tu vida sobre tu humilde servidora, María; bendito seas, por sacarnos del dominio de las tinieblas y de la muerte por medio del fruto bendito del seno de María; que reconozcamos y vivamos tanta bendición que por medio de tu Espíritu nos regalas constantemente. Con María te engrandecemos y bendecimos. Por Jesucristo, nuestro Señor.