Día 16: LA MUJER ENEMISTADA CON LA SERPIENTE

Jesucristo con su muerte redentora vence el mal del pecado y de la muerte en sus mismas raíces; así se cumple la promesa con tenida en el protoevangelio: la estirpe de la mujer pisará la cabeza de la serpiente (Gn 3, 15). Es significativo que al dirigirse Jesús a la madre desde lo alto de la cruz, la llame mujer y le diga: «Mujer, ahí tienes a tu hijo» (RM, 24).

Al contemplar la escena de la cruz, aquella escena en la que —según nuestra fe— el Hijo de Dios hecho hombre vence el mal del pecado y de la muerte con su propia muerte, en la que el amor ilimitado de Dios vence el odio de la serpiente, y al ver junto al Redentor a «la mujer», no podemos dejar de evocar la promesa del protoevangelio. «Establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón» (Gn 3, 15). Estas palabras de Dios a la serpiente hablan de la impresionante lucha que se va a establecer en la historia entre la estirpe de la serpiente y la estirpe de la mujer. Es indudable que en el Calvario llega esta lucha a su ápice: la serpiente quiere destruir al «hijo de la mujer», pero en ese momento el «hijo de la mujer» le hiere la cabeza. Pablo lo expresa con vigor, cuando escribe: «La muerte ha sido devorada en la victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?… Gracias sean dadas a Dios, que nos ha dado la victoria por nuestro Señor Jesucristo» (1Co 15, 55. 57). En este contexto «es significativo que, al dirigirse a la madre desde lo alto de la cruz, la llame \"mujer\" y le diga: \"Mujer, ahí tienes a tu hijo\"… ¿Cómo dudar que especialmente ahora, en el Gólgota, esta frase no se refiera en profundidad al misterio de María, alcanzando el singular lugar que ella ocupa en toda la economía de la salvación?» (RM, 24). Junto a la cruz está «la mujer» enemistada con la serpiente; está «la mujer» que es la madre del que herirá la cabeza de la serpiente: esa mujer es María, la madre de Jesús, pero también la madre de todos los discípulos de Jesús.

ORACIÓN:

Dios, Creador y Padre nuestro, ya desde los orígenes de la historia te comprometiste con nosotros, anunciándonos la victoria definitiva sobre el pecado y el mal por medio del hijo y de la mujer; que María, la mujer victoriosa, sea siempre una fuerza antidiabólica en nuestra vida y con ella podamos contrarrestar, como hijos suyos, el poder del Maligno. Por Jesucristo, nuestro Señor.