Día 26. – 30 de marzo, cuarto domingo de cuaresma

«Toques» de la Palabra

«Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado». (Lc. 15, 32)

Cuaresma.

El nombre propio de nuestro Dios es MisericorDía. MisericorDía que se vuelve tozuda espera y condescendencia con quienes se equivocan malgastando la gracia de ser de la familia, en aventuras frustrantes. MisericorDía que se vuelve paciente espera con quienes son incapaces de alegrarse y dar una nueva oportunidad, siempre, a quien erró la dirección o equivocó el camino.

Cuaresma.

Hay esperanza. En el corazón de Dios caben todos, todos, todos; su misericorDía espera a todos, todos, todos. Espera que tú te vuelvas más compasivo; que sueltes tus rigidecAes; que mires con otros ojos al hermano; que te alegres por todos los que vuelven con la vida rota y solo necesitan ser abrazados y escuchar música de fiesta; y que creas con todas las fibras del corazón que ellos son «tan de casa» como tú y son «tus hermanos».

Plegaria

Señor y Buen Dios:
Padre-Madre de corazón grande.
Cuando nos perdemos,
buscando la falsa felicidad
en la tierra oscura del pecado,
aviva en nosotros la nostalgia del hogar,
el deseo de ser buscados
y llevados de vuelta a casa.
Que sintamos profundamente
tu vehemente anhelo de acogernos con alegría
y restaurarnos en tu vida y en tu amor.