El primer momento de la sumisión de María a la única mediación entre Dios y los hombres, la de Jesucristo, es la aceptación de la maternidad por parte de la Virgen de Nazaret… La maternidad de María, impregnada profundamente por la actividad esponsal de la «esclava del Señor», constituye la primera y fundamental dimensión de aquella mediación que la Iglesia confiesa y proclama respecto a ella (RM, 39)
En la anunciación le fue revelado a María quién era el único mediador entre Dios y los hombres: aquel que sería el hijo de sus entrañas por obra del Espíritu. Al aceptar sin condiciones la maternidad, María acepta al mediador, al Hijo del Altísimo. María se somete totalmente a la voluntad de Dios: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38). Ése es «el primer momento de sumisión a la única mediación, la de Jesucristo: la aceptación de la maternidad por parte de la Virgen de Nazaret» (RM, 39) María entendió la propia maternidad como donación total de sí, de su persona, al servicio de los designios salvíficos del Altísimo» (RM, 39). La esclavitud hay que entenderla en clave de esponsalidad: María como la mujer que por amor esponsal-virginal-consagra totalmente su persona a Dios. «La maternidad de María está impregnada profundamente por la actividad esponsal de la \"esclava del Señor\"» (RM, 39).Jesús fue el único mediador entre Dios y María, María y Dios. María fue elegido, redimida y agraciada en Cristo Jesús, el amado del Padre. Y por medio de su Hijo su respuesta llegó hasta el altar del cielo. María fue «la primera en experimentar en sí misma los efectos sobrenaturales de esta única mediación» (RM, 39). Sin Jesucristo, María habría sido como un sarmiento cortado de la vid, como una esclava sin redentor, como un vientre materno sin fruto, como una mujer sin gracia de Dios. Todo lo que ella era se lo debía a él. Todo lo había recibido de Dios por medio de él. Por eso, Lucas y su Iglesia la proclamaban «bienaventurada».
ORACIÓN
Alabado seas, Padre, nuestro Dios trascendente, por haberte acercado a nosotros, por mediación de tu único Hijo, y haber establecido con nosotros por medio de él una eterna alianza de amor; alabado seas, Padre, porque María, la humilde mujer de Nazaret, fue la primera en experimentar toda la riqueza de la mediación de Jesús y la acogió sin ningún tipo de reservas; gracias, porque en María nos muestras hasta dónde puede llegar en nosotros el efecto divinizante de la mediación de tu Hijo, nuestro hermano Jesucristo.