“El niño de pecho retozará junto al escondrijo de la serpiente, y el recién destetado extiende la mano hacia la madriguera del áspid. Nadie causará daño ni estrago por todo mi monte santo” Is. 11,1-10
Comentario
Como la lectura de ayer, la de hoy nos lleva por los mismos lugares: lo imposible, los contrarios irreconciliables hechos realidad en la boca de un trovador de Dios. El profeta no ve en el futuro sin más, no es un adivino. El profeta ve con más profundidad la misma realidad que nosotros también experimentamos.
Pero descubre en ella, a pesar de toda la muerte que nos es común a todos, razones para la esperanza. Para poder decir (primero decirnos) que para Dios nada hay imposible. Que incluso (el gran milagro) es posible que “nadie causará daño ni estrago en mi monte santo”, en la humanidad que habita este Planeta herido.
Oración
Señor Jesús, nos cuesta fiarnos,
nos parece imposible que la reconciliación se dé,
que los opuestos se entiendan,
que la vida pese más que la muerte
y la caña cascada resista al golpe exterminador.
Danos la fe suficiente para seguir
caminando confiadamente
en medio de los signos de muerte,
que no nos roben la esperanza: tu esperanza, Tú.
Foto: Miguel Angel Velasco, cmf