Maria, que… se ha encontrado en el centro mismo de los mescrutables caminos y de los insondables designios de Dios, se conforma a ellos en la penumbra de la fe, aceptando plenamente y con corazón abierto todo lo que está dispuesto en el designio divino (RM, 14).
El fiat de la anunciación es un momento culminante de la fe de Maria ciertamente. Pero es, sobre todo, un excelente punto de partida, donde se inicia todo el camino de María hacia Dios (RM, 14). El camino de la fe de María conlíeva momentos de heroismo, exige a veces una obediencia heroica a la palabra. «Esta \"obediencia de la fe\" por parte de María a lo largo de todo su camino tendrá analogías sorprendentes con la fe de Abraham. Como el patriarca del pueblo de Dios, así también María, a través del camino de sufiat filial y maternal, \"esperando contra toda esperanza, creyó\"… Creer quiere decir abandonarse en la verdad misma de la palabra del Dios viviente, sabiendo y reconociendo humildemente \"¡cuán insondables son sus designios e inescrutables sus caminos!\"» (Rm 11, 33). La fe de María no es visión; no es la respuesta a una revelación que no deja ningún resquicio a la duda, a la vacilación, a la tentación, a la oscuridad, al misterio. La experiencia de la fe de María tuvo mucho de penumbra, de heroismo, de confianza absoluta a pesar de todas las apariencias. Como Abraham, también María «salió sin saber adónde iba» confiando absolutamente en la palabra y en el Dios que proveerá. La revelación en manera alguna invalida la fe. María no recibió una revelación que hiciera inútil su fe; al contrario, se vió agraciada con una revelación que le exigía la obediencia de su fe.
ORACIÓN:
Padre providente, que a veces nos conduces por caminos inescrutables y permites que la oscuridad, el sinsentido, el sufrimiento se alojen en nuestra vida; concédenos una indefectible confianza en tu bondad y haz que, a ejemplo de María, nada ni nadie haga vacilar nuestra fe total en ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.