Día 8: MARíA DURANTE LA VIDA OCULTA DE JESÚS

 Maria durante muchos años permaneció en intimidad con el misterio de su hijo y avanzaba en su itinerario de fe, a medida que Jesús progresaba en sabiduría, en gracia ante Dios y ante los hombres. La primera de las criaturas humanas admitida al descubrimiento de Cristo era Maria, que vivía con José en la casa de Nazaret (RM, 17).

Al no disponer de datos históricos sobre el largo periodo de la vida oculta de Jesús en Nazaret, puede parecer superflua toda reflexión que se precie de estar fundamentada históricamente. No obstante, nadie podrá negar que esa etapa de la vida de Jesús está caracterizada por la relación permanente con su mundo, y dentro de él, con su madre. No sorprenderá afirmar que, a partir de la concepción virginal de Jesús, entendida como hecho biológico excepcional, María se formularía no pocas preguntas que le permitirían penetrar cada vez más en el misterio de su hijo. Si, por otra parte, en este período la palabra está oculta en Jesús, si él no se había manifestado aún a Israel, es lógico decir que María estaba afectada también de ese ocultamiento. En todo caso, María es la primera testigo del crecimiento de Jesús, la más preparada para ir descubriendo su identidad. Hay, sin embargo, otro tipo de comunicación entre María y Jesús que trasciende las palabras, que resulta inefable, que es místico: se trata de la comunión vital entre la madre y el hijo de cara a Dios; se trata de la vivencia religiosa de María dentro de la cual no podía faltar una referencia permanente a su hijo. Aunque Jesús no fuera para ella palabra que revela, sí era vida que irradia, misterio que fascina, un gesto divino puesto siempre al lado de María.

ORACIÓN:

Padre, de quien procede toda familia, haznos comprender el misterio de la familia de Nazaret para que podamos revivirlo en nuestras familias y comunidades. Que sepamos descubrir en las pequeñas cosas cotidianas tu presencia, tus pequeños sacramentos, para que nada ni nadie nos impida vivir en una perfecta comunión con tu misterio. Por Jesucristo, nuestro Señor.