Cuando Dios nos ofrece su Palabra, nos da la palabra. El diálogo de la revelación se prolonga y ratifica en el diálogo interpersonal. Existe, a su vez, un diálogo entre las personas que se convierte en una forma de escucha y acogida de la Palabra de Dios. Si la Biblia es la larga carta de amor del Padre a sus hijos, del Esposo a la esposa-iglesia, la forma de corresponder es responder en la misma clave.
En texto bíblico (conviene que sea muy breve) se puede escuchar atendiendo a estas cinco dimensiones que se expresan en cinco preguntas. La más inmediata es: ¿Cómo me siento ante esta palabra? Se trata de descubrir la reacción emocional más inmediata y espontanea al oir o leer una palabra de la Escritura. Puede ser muy diferente según las circunstancias.
La segunda pregunta que nos hacemos se refiere ya a la interpretación: ¿Qué pasa por mi cabeza, qué pienso? La respuesta me revela algo de mi actitud ante la palabra y ante las personas con las que la comparto. Los pensamientos son como disposiciones interiores que me inducen a abrirme o a cerrarme al mensaje y a la fuerza de la palabra.
El paso siguiente se refiere a la observación de la conducta. Para ello nos sirve la pregunta: ¿Qué es lo que veo que hago? Es esa dimensión de la praxis la que me descubre un elemento muy decisivo de la toma de conciencia. Puede ser que un texto me suscite sentimientos sublimes y me sugiera ideas muy luminosas y que mi estilo de vida esté muy lejos de las promesa y los valores que el texto me propone. La toma de conciencia incluye finalmente las preguntas: ¿Qué necesidad descubro y que debo hacer? Como matrimonio compartimos la parte escrita de uno de nuestros diálogos de la Palabra después de leer la parábola de los talentos.
Mi querido amor: al reflexionar sobre la parábola de los talentos he sentido una gran unidad entre nosotros y, a la vez, una fuerza imperiosa que me reafirma en mi fe en Dios y me llama a vivir nuestro matrimonio según su plan. Surgen en mi también sentimientos de tranquilidad, de paz y alegría al compartir el comprobar que no estoy dormida ante la vida, pues intento dar respuesta.
Pienso que mi capacidad para amar es un gran don y que debo estar alerta para que dé su fruto, para poner gratuitamente al servicio de los demás lo que gratuitamente he recibido. Cuando esto sucede, siento cómo el Padre se hace presente en mí y estoy colaborando a que la Iglesia grande sea una gran Iglesia grande.
Creo, cariño, que los talentos son un don que exige mi respuesta. No puedo ser como el siervo que entierro el talento por miedo y no lo hace fructificar. Entiendo que debo estar cerca de los que me necesitan, de los que viven la pobreza, padecen la enfermedad, sufren el dolor o la injusticia. Ellos son los reflejos más vivos de Jesús. Te doy gracias porque entre otros dones me ha dado la luz necesaria para ver su camino y la fuerza para intentar seguirlo con sinceridad. Le doy gracias por el sacramento de nuestro matrimonio y por nuestra renovada decisión de vivirlo según su plan.
Con todo mi amor. Maribel
Mi querida Mabel: Al leer hoy la parábola nace en mi un sentimiento de confianza en Jesús. Su palabra me reconforta; me da paz y sosiego. Son muchas las acciones que me nacieron del corazón para ti y para los demás. Se trata de pequeñas cosas buenas, que serán tenidas en cuenta por el Señor. Me siento también agradecido por los talentos que he recibido. He ido aprendiendo a reconocer mis dones y a valorarlos como un regalo del Padre, a disfrutar de los dones de los demás aceptando a aquellos que recibieron más y sintiéndome cerca de los que recibieron menos sabiendo que mi responsabilidad es trabajar con los que yo he recibido.
Al contemplar el calendario de mi vida veo mis actitudes contigo, con nuestro hijo, la familia, los amigos, con conocidos con los que comparto mi vida. Sólo si te amo a ti y a los demás de verdad seré capaz de cubrir mis necesidades profundas. Me veo llamado por esta Palabra a confiar más en ti, en nuestro hijo, en los demás y en el Padre que jamás nos abandona. Sé que tengo que ir superando mis miedos y barreras, tengo que ser más desprendido de aquellas cosas banales que nos ofrece cada día el mundo en que vivimos.
Luis Miguel.