Dios me ama demasiado

    “En el año 1978 emigré del interior del país a la capital, Asunción, soñando ganar dinero. Los primeros seis meses fueron muy complicados. No conseguí un trabajo estable. Conseguí un puesto laboral en el club social más famoso. Pude tener casa propia. Redoblé el esfuerzo y el sacrificio. Trabajaba 14 horas diarias. Empecé a ganar mucho dinero. Me creí autosuficiente y me olvidé de Dios. Llegué a trabajar en dos empresas. Después conseguí un puesto en un Banco e inauguré un negocio gastronómico. Todo muy bien económicamente, pero así como ganaba así me lo gastaba. Aparecieron los problemas conyugales y familiares, también en la vida laboral y en la empresarial. Perdí la paz y no era feliz. Llegué más tarde a perder mi negocio y me quedé sin dinero.

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.     Volví a mis raíces, al interior. No me hallé. Continuaron los problemas. Regresé a la capital. Conseguí otro puesto laboral, me aceptaron en una institución laboral. Volví a invertir en un pequeño negocio de comida. Sólo pensaba en cómo ganar dinero. Me despreocupé por completo de la relación matrimonial y de Dios. Mi esposa me invitaba a leer la Biblia y yo la engañaba diciendo que ya lo hacía. Nunca leí la Palabra de Dios.

    Por tercera vez unos amigos nos invitaron a asistir a un encuentro conyugal en el Movimiento Familiar Cristiano (MFC) Anteriormente siempre les había puesto la excusa de no tener tiempo pero en aquella ocasión acepté y asistí y participé con mi esposa un fin de semana. Allí encontré al Cristo conyugal. Descubrí lo importante que es mi esposa. Abrí los ojos. Ella es una elegida de Dios para mí. Mi orgullo y mi egoísmo impedían ver lo que tenía en mis manos. Conocí a Dios y vino la prueba.

    Mi esposa tenía que pasar por una cirugía muy delicada y así fue. Hubo complicaciones, fue muy difícil la situación. Al final todo salió bien. Recuerdo que una noche en prolongada oración le expresé a Dios mi situación, nuestro dolor. Pedí que se cumpliera su voluntad. Con los tratamientos adecuados ella mejoró.

    Por todo lo que ha ido pasando en mi vida, he experimentado que Dios me ama demasiado. Ahora mi esposa y yo estamos comprometidos en la catequesis de niños de nuestra parroquia. Pedimos ayuda para mejorar nuestra relación matrimonial y colaboramos con otras parejas para facilitar también esta ayuda que tanto necesitan cuando aparecen las situaciones de crisis. Nos responsabilizamos también de animar la liturgia.

    Ahora sé lo que es la paz familiar, la felicidad conyugal, el amor a mi esposa-regalo de Diospara mí. Considero que es poco el tiempo que doy a Dios en comparación con lo mucho que él nos ha dado. Es mucha la gracia que Dios nos da si nos ocupamos tan sólo un poco de los demás. Es como si él nos dijera: “Ocúpate de mis cosas que yo me ocuparé de las tuyas”.

Agustín Velasco Correa