Dios viene embozado en el susurro.

Para mi la fe es el sentido de Dios, el sentido de lo divino. Lo mismo que a través del oido o de la vista nos ponemos en contacto con los sonidos o percibimos los colores, a través de la fe inhalamos la fragancia de la presencia de Dios en la historia, en la vida, en nuestras personas. Por ello, no creo que en la vida cotidiana haya unos momentos más significativos que otros en lo que a experiencia de fe cristiana se refiere.

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos. Somos seres a la expectativa. A Dios nadie lo ha visto nunca. Pero ese sentido de lo divino nos hace barruntar que Dios está silente, pero real, al otro lado de las cosas. Sólo hay que estar atento, expectante. Porque sus formas de manifestación son especialmente sutiles. El no está en la tormenta ni en el terremoto. Dios viene embozado en el susurro.

Y hoy en día el susurro se hipostasía en la persona de un hijo que pide ayuda en los deberes, en la esposa que solicita que lleves el niño al médico, en el ciudadano que está demandando que seas un poco más diligente en tu trabajo para que sus problemas se resuelvan antes…

Ahora bien, al igual que cultivamos los sentidos físicos (el oído escuchando música, etc.) también debemos cultivar el sentido de lo divino. Y en esta sociedad del culto al fin de semana (puesto que en él concentramos ese tiempo de ocio para la comida con los amigos o para los espectáculos) es conveniente recuperar el domingo. Alguien debería enseñarnos a contemplar desde el domingo la presencia de Dios en la semana que pasó y en los días que están por llegar.