Resulta curioso dónde son entendidas a veces las lecciones de nuestras clases.
Cursé filosofía cuando aún era un poco inmaduro para ello, un joven de diecinueve años que estaba estudiando la metafísica de Aristóteles y Tomás de Aquino. Pero algo de un curso de metafísica permanece indeleblemente impreso en mi mente. Aprendimos que hay cuatro propiedades “trascendentales” en Dios: La metafísica escolástica nos dice que Dios es Uno, Verdadero, Bueno y Bello. Mi joven mente captó entonces algo de lo que se quiere decir con Verdadero, Bueno y Bello, dado que tenemos algunas nociones de sentido común de lo que son; pero ¿qué es la Unidad? ¿Qué hay de divino en ser indiviso?
La respuesta a eso no me vino en una clase ni en una discusión académica, aun cuando frecuentemente he tratado de explicar su significado a los estudiantes en una clase. Me vino en una tienda de ultramarinos.
Había estado comprando comestibles en la misma tienda durante doce años cuando un accidente trivial me ayudó a explicar la Unidad de Dios y su importancia. La tienda, un grande supermercado, tiene una isla de fruta donde coges manzanas, naranjas, pomelos, plátanos y semejantes, y luego los colocas tú mismo en bolsas de plástico que facilita la tienda. Junto a las máquinas expendedoras de bolsas de plástico, hay pequeños recipientes que contienen twisters de metal que usas para atar la parte superior de tu bolsa. Un día, cogí fruta, la puse dentro de una bolsa, pero todos los recipientes que contenían los twisters estaban vacíos, todos ellos. Mientras yo registraba mis comestibles, sospechando que posiblemente alguien los había tomado como una broma, le dije a la cajera que todos los twisters habían desaparecido. Su respuesta me desconcertó. “¡Pero, señor, nunca los hemos tenido en esta tienda!” Pensando que ella pudiera ser nueva en el trabajo, dije: “¡He estado viniendo aquí durante más de 10 años y siempre los han tenido! ¡Puede incluso ver sus recipientes desde aquí!” Con una seguridad que viene de la certeza absoluta, ella replicó: ”¡He estado trabajando aquí durante largo tiempo y le puedo asegurar que nunca los hemos tenido!”
No insistí más en la cuestión, pero, andando fuera de la tienda, pensé esto para mí: “¡Si ella tiene razón, entonces yo estoy certificablemente loco! ¡Si ella tiene razón, entonces yo estoy por completo fuera de contacto con la realidad, lo he estado por largo tiempo y no tengo idea de lo que es sensatez!” ¡Yo estaba seguro de que había visto los twisters durante diez años! Bien, habían reaparecido la siguiente vez que entré en la tienda y hoy están allí, pero ese pequeño desafío episódico a mi sensatez me enseñó algo. Ahora sé lo que significa que Dios es Uno y por qué es importante eso.
Que Dios es Uno (y no dividido) es la verdadera base para toda racionalidad y sensatez. Que Dios es indiviso y consistente interiormente te garantiza que dos más dos siempre serán cuatro, y que tú puedes asegurar tu sensatez en eso. Que Dios es indiviso te asegura que si tú viste twisters en una tienda durante doce años, es que estaban allí… y no estás loco. Que Dios es Uno es la base para nuestra sensatez. Remarca el Principio de no-contradicción: Algo es o no es, no puede ser ambas cosas; y dos más dos nunca pueden ser cinco; y eso nos permite vivir vidas racionales, sensatas. Porque Dios es indiviso, podemos confiar en nuestra sensatez.
La verdad de esto nunca estuvo comprometida por los grandes debates epistemológicos de la historia. Las dudas sobre la racionalidad y sensatez no vienen de Descartes, Kant, Hegel, Locke, Hume, Wittgenstein ni Jacques Derrida; estos filósofos arguyeron meramente sobre la estructura de la racionalidad, nunca sobre su existencia. Lo que compromete nuestra sensatez (y es, sin duda, la mayor amenaza moral en nuestro mundo hoy) es la mentira, la negación de los hechos, el cambio de los hechos y la creación de hechos falsos. Nada, absolutamente nada, es tan peligroso y pernicioso como la mentira, la deshonra. No es accidental que el Cristianismo llame a Satanás el Príncipe de la mentira, y enseñe que la mentira está en la raíz del imperdonable pecado contra el Espíritu Santo. Cuando los hechos ya no son hechos, entonces nuestra verdadera sensatez está bajo asedio porque la mentira corrompe la base para la racionalidad.
¡Dios es Uno! Eso significa que no hay contradicción interna en Dios y que nos asegura que no hay posible contradicción interna en la estructura de la realidad ni en una mente sensata. Lo que ha sucedido, ha sucedido para siempre, y no puede ser negado. Dos más dos serán siempre cuatro, y por eso podemos permanecer sensatos y fiarnos de la realidad lo suficiente para vivir vidas coherentes.
La cosa más peligrosa del mundo entero es la mentira, la deshonra, la negación de los hechos. Negar un hecho no es sólo jugar rápido y flojo con tu propia sensatez y los verdaderos fundamentos de la racionalidad; es también jugar rápido y flojo con Dios, cuya consistencia remarca toda sensatez y todo significado. Dios es uno, indiviso, consistente.