Discernir la voluntad de Dios en comunidad.

    Cuando nos propusimos este tema, las respuestas personales se inclinaban hacia la perseverancia, la confianza en la providencia, la aceptación de los hermanos… Cuando se vive juntos día tras día, año tras año, uno experimenta la perseverancia como una gracia de Dios; pues si hiciéramos caso de los primeros impulsos, probablemente sintiéramos con frecuencia la tentación de experimentar otros caminos en solitario.

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.
Por otro lado, la confianza en la Providencia nos ayuda a vivir diariamente sin angustias ni preocupaciones excesivas. Y a sentir en las necesidades ese acicate que espolea nuestra fe y motiva nuestra oración. Lo mismo ocurre en los mil roces interpersonales que a veces se convierten en conflictos comunitarios… Tenemos experiencia de que los tiempos litúrgicos de preparación (Adviento) y purificación (Cuaresma) son los que más aprovecha el Señor para ponernos en el crisol y fundamentar nuestra actuación cotidiana solamente en El.

Pero hay un momento comunitario (y muchas veces personal) que para nosotros es muy significativo a la hora de vivir desde Dios los afanes de cada día: nuestra forma de tomar decisiones.

Sin ser nada original, pues tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento está expresado repetidas veces, nosotros durante los ocho años de vida comunitaria que llevamos, tomamos las decisiones siguiendo un sencillo método.

En primer lugar, examinamos racionalmente el caso y si está lo suficientemente claro y concordamos entre nosotros, lo llevamos a la práctica. Si no está totalmente claro, nos ponemos en oración y si el asunto es importante, reforzamos con ayuno. Después, si se puede formular la pregunta de tal manera que un si/no sea la respuesta, echamos a suerte confiados en que siempre contestará El. Si la cosa es más complicada y no se puede reducir a una simple respuesta si/no, pedimos una Palabra al Señor abriendo la Biblia.

Todo esto implica una confianza absoluta en El, que está con nosotros a diario haciendo nuestro camino. Y al mismo tiempo una determinación de obedecer dócilmente lo que interpretamos como expresión de su voluntad. En modo alguno lo tenemos como un juego o como una forma de eludir responsabilidades, sino como una forma concreta de vivir cada día el Hoy de Dios y su Voluntad en todo.