Hubo un hombre que no sabía odiar. Se dedicaba a hacer el bien a todos. Su conducta se hizo primero extraña, luego escandalosa, por último insoportable. Una tarde apareció colgado entre el cielo y la tierra. No tenía figura humana. La gente comentó: -Pobrecillo, con lo bueno que era. y todos experimentaron una extraña sensación de alivio. (No todos los "profetas" incómodos son verdaderos, pero ¿hay algún profeta verdadero que no sea incómodo?).
La Presentación de la Bienaventurada Virgen María
Lc 19,41-44. ¡Si reconocieras lo que conduce a la paz!