El número doce es el número más conocido en relación con los Apóstoles y testigos de la resurrección de Jesús, aunque en algunos relatos, por lo acontecido con Judas, se prefiere citar el número once: “Los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron.” (Mt 28, 16-18). “Estando a la mesa los once discípulos, se les apareció y les echó en cara su incredulidad y su dureza de corazón, por no haber creído a quienes le habían visto resucitado.” (Mc 16, 14) “Regresando del sepulcro, anunciaron todas estas cosas a los Once.” (Lc 24, 9). San Pablo, sin embargo habla de los “doce”: “Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce.” (1 Cor 15, 3-5). Y lo mismo hace Juan: “Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús.” (Jn 20, 24)
El número doce era emblemático para la cultura y tradición judía; se refiere claramente a la universalidad, a las doce tribus de Israel, a todos los hijos de Jacob, a los patriarcas del Antiguo Testamento. En un significado cabalista, sabemos que el número doce se relaciona con el apostolado. El universo se simboliza con el cuadrado, para indicar el norte, sur, este y oeste. Si el doce resulta de multiplicar por tres el número cósmico, es fácil entender la dimensión universal que alberga el número de los Apóstoles.
Muy pronto, los once Apóstoles se propusieron incorporar a otro discípulo en el lugar de Judas. “Echaron suertes y la suerte cayó sobre Matías, que fue agregado al número de los doce apóstoles.” (Act 1, 26) Los Doce convocaron la asamblea de los discípulos y dijeron: «No parece bien que nosotros abandonemos la Palabra de Dios por servir a las mesas. (Act 6, 2). El colegio apostólico es referencia de comunión.
El número de los Apóstoles también se convierte en la medida más representativa y perfecta de la Ciudad Nueva, de la Jerusalén celeste. “La muralla de la ciudad se asienta sobre doce piedras, que llevan los nombres de los doce Apóstoles del Cordero.” (Apc 21, 14) Admira la cita de las doce piedras preciosas para señalar el culmen de la belleza: “Los asientos de la muralla de la ciudad están adornados de toda clase de piedras preciosas: el primer asiento es de jaspe, el segundo de zafiro, el tercero de calcedonia, el cuarto de esmeralda, el quinto de sardónica, el sexto de cornalina, el séptimo de crisólito, el octavo de berilo, el noveno de topacio, el décimo de crisoprasa, el undécimo de jacinto, el duodécimo de amatista. Y las doce puertas son doce perlas, cada una de las puertas hecha de una sola perla; y la plaza de la ciudad es de oro puro, trasparente como el cristal.” (Ap 21, 19-21)
¿Te da esperanza saberte sobre los cimientos de la ciudad santa de Jerusalén? ¿Te sientes en comunión y alegre en el recinto de la Iglesia?