El pasado 18 de mayo se estrenó en los cines una película mezcla de ficción y documental sobre la vida de San Maximiliano Kolbe, probablemente una de las figuras más conocidas e internacionales de Polonia. La decisión heroica que puso fin a su vida le ha catapultado a la fama en todos los rincones de la tierra. Grandes personalidades del mundo, todavía hoy, se acercan a su celda en Auschwitz casi como una visita obligada al llegar al campo de concentración. Pero la vida de Kolbe fue casi tan poderosa y chocante como su propia muerte.
La película combina la recreación de hechos hasta ahora desconocidos con las declaraciones de expertos y de personas que le conocieron y quedaron impactados por sus palabras y acciones. La parte documental fue preparada en Polonia, Japón e Italia y entre otros participa Kazimierz Piechowski, a quien conoció en el campo de concentración.
La primera escena describe esta preciosa mezcla de ficción y documental. En ella el niño, Maximiliano, pasea con su madre, y le dice:
“Mamá, cuando me reprochaste, pedí mucho a la Virgen me dijera lo que sería de mí.
Lo mismo en la iglesia, le volví a rogar. Entonces se me apareció la Virgen,
teniendo en las manos dos coronas: una blanca y otra roja.
Me miró con cariño y me preguntó si quería esas dos coronas.
La blanca significaba que perseveraría en la pureza y la roja que seria mártir.
Contesté que aceptaba las dos. Entonces la Virgen me miró con dulzura y desapareció”
Esta primera escena marca la proyección y nos sitúa ante la vida de, vida de lucha, de búsqueda de la verdad, de martirio…de M. Kolbe.
En esta producción se resalta también sus inquietudes científicas con una gran profundidad, ¡incluso en el diseño de una nave espacial!, fruto de su inquieta búsqueda de la verdad. Y aspectos familiares y culturales como la influencia del patriotismo polaco, consecuencia de ser un pueblo invadido y sometido en todos sus flancos.
Pero lo que resulta más central, es su amor a la Iglesia y su respuesta ante la agresión cultural de ese tiempo (masonería..): su respuesta fue la creación de un periódico (y una organización) con medios pobres, sin dependencias, realizado con el trabajo de los hermanos y la providencia divina…
En 1927 fundó en Polonia a 40 km de Varsovia, la Ciudad de la Inmaculada (Niepokalanów), un lugar que alojaba una organización comunitaria que tuvo muchos seguidores y vocaciones. Maximiliano puso todo en la organización de la misma, estaba pensada hasta el último centímetro, y tuvo gran expansión como podemos observar en una descripción de la época.
Esta labor la llevó también a Japón, donde fundó también un convento, y editó hasta 8 revistas, alguna de ellas que llega hasta nuestros días. Su labor cultural era inmesa. Incluso durante la guerra.
Esto le creó enemigos, sobre todo en la ocupación nazi. Durante la Segunda Guerra Mundial, los nazis invadieron Polonia y bombardearon la Ciudad de la Inmaculada, llevándose prisionero al padre Maximiliano y a todos sus colaboradores. Él había fundado una radio y estaba dirigiendo la revista El Caballero de la Inmaculada. Todo se lo destruyó la guerra. Fue llevado al campo de exterminio de Auschwitz, donde se le adjudicó el número 16.670.
Aparecen recuerdos y testimonios entrañables, sobrevivientes de presos del campo de exterminio que conocieron a Kolbe.
Impresiona sobremanera, el testimonio del prisionero número 918 de Auschwitz, KAZIMIERZ PIECHOWSKI, en el que dice sobre el santo polaco: “Me puso la mano en el hombro, y me dijo: Esperanza, solo hay esperanza “
Maximiliano dio la vida por un prisionero, un padre de familia. Se había producido una fuga en el campo de concentración, y los nazis castigaban con la muerte de presos. Un paso adelante en la fila, hacia el martirio y la entrega total de su vida. Maximiliano logró salvar la vida del preso. Algo inusual porque la lógica era que murieran los dos de forma inmediata.
Recluido en una celda sin comida (con otros prisioneros), como después de tres semanas aún sobrevivían, Kolbe y sus tres compañeros de celda fueron asesinados administrándoles una inyección de fenol. Ofició, mientras pudo, todos los días la misa, distribuyendo la comunión a otros prisioneros…
Esperamos que amigos y familias disfruten de la proyección, y afirmen con toda la Iglesia, la alegría por el testimonio de M. Kolbe.
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