Cada mañana de domingo, al amanecer, un millón de jóvenes españoles de entre 15 y 24 años apuran copas, cigarrillos, bailes y conversaciones, antes de regresar a sus casas, donde pasarán la mayor parte del día en la cama. Salir de noche se ha convertido los fines de semana en la actividad por excelencia de los jóvenes, en el rasgo esencial de un estilo de vida propio y diferente del que mantienen de lunes a jueves, días en los que su actividad se concentra en el estudio o el trabajo.
Un informe dirigido por Domingo Comas y editado por el Instituto de la Juventud (´Jóvenes y estilos de vida´) revela que la diversión nocturna hasta bien entrada la mañana del día siguiente es un fenómeno que crece imparable. En sólo seis años, dicen los autores, el número de adolescentes y jóvenes que apuran la noche prácticamente se ha doblado.
El estudio se centra en los jóvenes de 15 a 24 años que viven en municipios de más de 20.000 habitantes, aunque los autores entienden que no hay muchas diferencias en el estilo de vida respecto de quienes residen en el ámbito rural. La muestra se distribuyó en 72 municipios, divididos en grupos según su dimensión, y en cinco franjas de edad.
En total, se hicieron 1.700 encuestas. Esos 1.700 muchachos, entre los que hay estudiantes, trabajadores y parados y representantes de un abanico ideológico muy amplio muestran una aceleración de la tendencia a la vida nocturna que ya se había detectado en los noventa. Un dato lo demuestra con enorme claridad: el porcentaje de los que a las 6.30 de la mañana del domingo aún no se ha acostado ha pasado en seis años del 8% al 34% del total. Es decir, que un comportamiento claramente minoritario se ha transformado en común en un plazo de tiempo muy corto.
Si se ha atrasado la hora de acostarse, también lo ha hecho la de levantarse de la cama. En el grupo más noctámbulo, los de entre 19 y 22 años, puede hablarse ya directamente de cambiar el día por la noche, dado que se sitúan casi en el 37% los que a las dos de la tarde del domingo siguen en la cama. Un porcentaje no desdeñable del total, superior al 5%, duerme aún a las seis de la tarde. En términos de media, la hora de iniciar la jornada para los jóvenes de entre 15 y 24 años, que en 1996 era las 10.10 los sábados, y las 11 horas los domingos, ha pasado a ser las 11.30 los sábados y las 12.30 los domingos.
Un número de jóvenes creciente, pero aún no comparable al del fin de semana, sale también los jueves: se trata de trabajadores con horarios atípicos, universitarios que no tienen clase los viernes -o, simplemente, no van- y parados, que prefieren salir una noche con menos masificación en los bares. El día más ´democrático´, en el sentido de que son más similares los porcentajes de jóvenes, considerados por sexo, edad y ocupación, es el sábado. Esa noche, el número de quienes están en bares y discotecas dobla al de los viernes.
Hablar de bares y discotecas es lo más adecuado, porque el ´botellón´ pierde importancia desde finales de los noventa. Eso no significa que descienda el consumo de alcohol. Al contrario, se dispara en fin de semana: el número de chicos jóvenes que beben en exceso es en la noche del sábado diez veces superior al que se da el jueves, y veinte veces en el caso de las chicas. En el grupo de 19-20 años, el que se distingue de forma muy clara por la intensidad en su forma de vivir la noche, nada menos que un 34,4% bebe alcohol de forma abusiva. En cambio, el tabaco registra escasas variaciones de unos días a otros. El estudio no distingue por días en cuanto al consumo de drogas ilegales.
Y, tras la noche, el regreso a casa, algo que preocupa a los padres y a sus hijos, tanto por la inseguridad en muchas zonas de las ciudades como por el riesgo de la carretera para quienes han de desplazarse. En general, los jóvenes son conscientes del riesgo de sufrir un robo o una agresión, pero les parece un problema menor: sólo el 2% de los chicos y el 8,3% de las chicas aseguran sentir ´mucha inseguridad´ cuando regresan solos por la noche a casa.
Una percepción que tiene una curiosa distribución por edades: sufren más la inseguridad quienes tienen 19 ó 20 años, y en cambio la notan muy poco los más jóvenes y los mayores del tramo de edad objeto del estudio. Algo que también sorprende si se tiene en cuenta que uno de cada diez muchachos reconoce haber sido víctima de un robo con violencia y, uno de cada tres, de uno sin violencia. La noche es, más que nunca, de los más jóvenes. Y en el otro lado de la cuestión, el de los padres, lo que hace sólo unos años era la preocupación de unos pocos ha pasado a ser problema de todos.