Así titula el capítulo cuarto de la exhortación apostólica del papa Francisco. En estos párrafos el papa reflexiona junto con los padres sinodales en el fundamento de la familia y del matrimonio. Evidentemente, inicia su reflexión alrededor del amor. Al respecto, subraya la necesidad de recuperar el sentido de esta palabra pues reconoce que, en la actualidad, el amor ha sido utilizado y desfigurado.
Para orientar a los lectores acerca del amor, la exhortación del Papa subraya el aporte claro y contundente del himno a la caridad escrito por San Pablo. Recordémoslo.
El amor es paciente, es servicial;
el amor no tiene envidia,
no hace alarde, no es arrogante,
no obra con dureza,
no busca su propio interés,
no se irrita, no lleva cuentas del mal,
no se alegra de la injusticia,
sino que goza con la verdad.
Todo lo disculpa,
todo lo cree, todo lo espera,
todo lo soporta (1Co 13,4-7).
Si lo leemos con atención, nos encontramos ante un mensaje tan radical como todas las invitaciones de Jesús en este tema. Partamos por preguntarnos si lo vemos como una forma de comportamiento posible. Al respecto, compartiré una anécdota con ustedes. Hace tiempo, en un grupo de parejas y familias compartimos la lectura y análisis de este texto. Uno de los asistentes pidió la palabra y señaló: – ese tipo de amor es imposible, la Iglesia debería modernizarse -. Al cabo de unos minutos, muchas personas secundaron esa afirmación con decenas de argumentos. Ante la reacción, decidimos preguntar: ¿por qué cree usted que no es posible? Como era de imaginarse, las respuestas pusieron énfasis en las dificultades y las enormes demandas del himno a la caridad. Respuestas que nos ubican frente a dos nociones fundamentales: nuestra naturaleza y nuestra capacidad o posibilidad.
Es evidente que si nuestra visión es limitada en esas nociones fundamentales, evidentemente nuestro comportamiento posible también es concebido como limitado. Un ser humano reducido a sus impulsos no puede sino comportarse como sus impulsos le dictan. Un ser humano reducido a sus instintos no puede sino comportarse orientado por los mismos. Un ser humano reducido a una construcción cultural no puede sino comportarse bajo la brújula de la sociedad.
Claro que lo contrario también es un error. Idealizar o volver al amor un tema sobrehumano o divino puede ocasionar que muchas personas lo consideren inalcanzable y hasta una negación de nuestra naturaleza, pero ¿no es también un error hacer lo contrario, es decir reducirlo?
Al respecto hay muchas personas que consideran que el texto de San Pablo es exclusivo para personas excepcionales y que, de modo realista, la mayoría de los seres humanos no somos capaces de vivir este tipo de amor así que no deberíamos ni siquiera
intentarlo. Incluso hay personas que sostienen que la mayoría de las religiones hablan de un amor inventado por el mismo ser humano para apaciguar la angustia de saberse mortal y contingente. Quizá este pensamiento es la razón por la cual, el amor se ha hipersexualizado y se lo percibe como una mera sensación de placer o búsqueda de bienestar emocional. Gran parte de esta responsabilidad la comparten los medios de comunicación, la pseudociencia y el negocio del entretenimiento y, como es lógico, recae también en cada persona que olvida reflexionarlo con seriedad.
Muy a menudo me pregunto si estas concepciones son tan aceptadas porque de alguna manera facilitan y relajan las exigencias del vínculo afectivo y las convierten en historias de entretenimiento. Pero, empecemos por nosotros mismos. Por ejemplo, observemos cómo nos ha influido esa visión del amor romántico o basado en el placer sensorial. Cuánto han calado en nosotros esas imágenes en las que lo relacionan con la atracción física, el deseo, el placer, el apego, los celos y los intereses personales. Cuánto reflexionamos sobre lo que se retrata sobre el amor en las películas, series, mensajes de redes sociales, artículos de revistas, periódicos, etc.
Resulta evidente que si compartimos una visión limitada del amor, el texto de San Pablo nos resulte imposible y “demasiado exigente”. Desde una concepción limitada del ser humano y sus capacidades no se puede comprender el himno a la caridad. ¿Cómo podría el ser humano con un cerebro lleno de impulsos y programado por instintos ir más allá de sus intereses? ¿cómo podría una persona aceptar un “todo” sin excepción? ¿cómo podría trascender sus deseos egoístas un individuo? ¿cómo podría un ser humano acceder a la verdad y gozarse en ella? Releamos el texto de San Pablo y respondamos cada uno en nuestro interior si creemos que es posible vivir el amor de esa manera y si no lo creemos posible, preguntémonos ¿por qué no? Con seguridad en nuestro tiempo es una
tarea de puerta estrecha y de camino angosto, pero los cristianos debemos confiar en las palabras de Jesús cuando nos alentó a asumirlo como “el camino que lleva a la vida”.
Quizá debemos creer más en nosotros mismos y en nuestras capacidades en vez de subrayar nuestros límites. ¿Acaso no fue el llamado más rotundo de Jesús?
Eliana Cevallos