“Lo excusable no necesita ser excusado y lo inexcusable no puede ser excusado".
Michael Buckley escribió esas palabras comentando la triple traición de Pedro a Jesús. Este es el marco. Pedro había traicionado a Jesús en su hora más comprometida, no por maldad, sino simplemente por debilidad. Ahora, al mirar a Jesús por primera vez desde aquella traición, Pedro se siente comprensiblemente intranquilo. ¿Qué se dice después de traicionar a alguien?
Pues bien, no tuvo que decir nada. Jesús tomó la iniciativa y, como destaca Buckley, no excusó a Pedro. Jesús no dijo cosas como, ¡es perfectamente comprensible tener miedo en una situación así! ¡No eras realmente tú mismo! ¡Entiendo que eso pueda suceder! Ni siquiera le dijo a Pedro que todavía lo ama. Nada de eso. Simplemente le preguntó a Pedro: "¿Me amas?" y cuando Pedro dijo que sí, todo cambió. No se necesitaron excusas. Lo excusable no necesita ser excusado y lo inexcusable no puede ser excusado. Nuestra condición de humanos ya justifica que seamos proclives a la traición; lo que hay que hacer después es reafirmar el amor.
A una pareja que conozco le ocurrió esto. Fueron juntos a una fiesta un viernes por la noche y la esposa, en parte por la influencia del alcohol y las drogas, se fue de la fiesta con otro hombre. Su marido no se dio cuenta de ello por un tiempo, pero al enterarse de lo sucedido, se sintió comprensiblemente muy afectado. Se fue a casa solo y pasó la noche en vela pensando y sus reflexiones pasaron por una serie de fantasías vengativas hasta llegar a lo que (por fortuna) finalmente decidió.
Al día siguiente estaba sentado en la mesa de la cocina a media mañana cuando su mujer, avergonzada y escarmentada, llegó a casa. Ella tenía ensayadas sus disculpas y estaba preparada para enfrentarse al justificado enfado y furia de su marido. Pero se encontró con algo bien distinto. Su marido no le permitió expresar ninguna disculpa o excusa, ni tampoco explotó de ira. Más bien, tranquilo y triste, se limitó a decirle lo siguiente "Me voy a ir de casa durante una semana, para que puedas pensar en todo esto. Tienes que decidir. ¿Eres mi esposa o estás con otra persona?". Volvió una semana después buscando un compromiso renovado y más radical con su relación. Desde entonces, su matrimonio es sólido y lleno de gracia. Su esposa está ahora comprometida con la relación de una manera que nunca antes lo estuvo.
Sin duda, a su regreso, la esposa de este hombre le presentó disculpas y excusas con lágrimas en los ojos. Su negativa a que las expresara antes fue útil pensando en el largo plazo, pero hay que reconocer que fue algo cruel en el momento. Incluso cuando algo no puede ser excusado, seguimos necesitando la oportunidad de decir que lo sentimos. Las disculpas son importantes, tanto para la persona que las ofrece como para la que las recibe. Hasta que no se presenta una disculpa explícita, siempre hay un asunto pendiente. Sin embargo, el arrepentimiento explícito no es, en última instancia, lo que hace avanzar las cosas cuando una relación ha sido herida o fracturada. Lo que hace avanzar las cosas es un compromiso renovado con el amor, con una fidelidad más profunda.
No se puede excusar lo inexcusable. Estrictamente hablando, eso es cierto, aunque a veces una comprensión más profunda de las cosas excusa en cierto modo lo inexcusable. He aquí un ejemplo.
Hace varios años, este incidente ocurrió en Australia. Un consejo escolar católico acababa de construir una nueva escuela multimillonaria. Poco después de su inauguración, uno de sus alumnos, un chico de secundaria, provocó un incendio en su taquilla, sin saber que las válvulas de gas del sistema de calefacción de la escuela estaban justo detrás de su taquilla. Se inició un gran incendio y toda la escuela se quemó. El chico se armó de valor y reconoció lo que había pasado. Luego, por supuesto, le sobrevino una serie interminable de preguntas: ¿Por qué iba a hacer eso? ¿Por qué alguien provocaría un incendio en su taquilla? ¿Qué explica ese tipo de estupidez temeraria? ¿Qué puede excusar lo inexcusable?
Me gustó mucho la respuesta que dio a estas preguntas uno de los obispos australianos. Ante un grupo de profesores y administradores escolares, su breve respuesta lo decía todo. ¿Por qué este joven estudiante haría algo así? Porque es un chico. Los chicos jóvenes han provocado incendios (sin ninguna razón aparente) mucho antes de que las válvulas de gas aparecieran en el mundo. Además, no hay excusa para ello, salvo la propia naturaleza humana.
A menudo, esa es la excusa para lo inexcusable: ¡Porque somos humanos! De hecho, esta fue la verdadera excusa de la mujer que bajo la influencia del alcohol y las drogas traicionó a su marido, al igual que fue la verdadera excusa de Pedro cuando traicionó a Jesús.
Pero, esto debe ser leído correctamente. Esto no nos da permiso para apelar a nuestra naturaleza humana moralmente inepta como excusa para la traición o la estupidez. ¡Somos humanos! ¡Los chicos serán chicos! La lección es más bien que cuando nuestra ineptitud moral nos hace caer en la traición o la estupidez, lo que finalmente hace avanzar las cosas no es una disculpa o una excusa, sino un compromiso renovado en el amor.