¿Por qué el Arca?
La presencia del Arca de la Alianza se inscribe el contexto mayor de la salida de Egipto (cf. Ex. 19-35). Según ciertas tradiciones bíblicas, el Arca es un signo de que Dios está presente en medio del pueblo y le da seguridad. El que pretenda hacer daño a Israel fracasará porque el Señor, presente en el Arca, vela por su pueblo. Es decir, Israel es invencible si cuenta con la ayuda del Señor, morador del Arca (cf. 2 Sam. 11,11). A la inversa, si el Arca está ausente, su pueblo será derrotado por cualquiera. Así es porque el Arca es un signo de la presencia de Dios en medio de su pueblo. En verdad, Dios está aquí.
Diría que el Dios de Israel es itinerante, como su pueblo, hasta que llega a Sión, lugar elegido por Yahvé para morar en ella (cf. Sal. 132,6-10; 99,5; 122,3-5). El Arca es acogida en el templo, en la parte más recóndita, llamada «Santo de los Santos», o «Santísimo» (cf. 1 Re 6,19). Es justo que así sea, pues el Santo por encima de toda Santidad reside en ella (cf. Ex. 25,22; Hebr. 9,3). Tan sólo el Sumo Sacerdote puede entrar en ese lugar una vez al año, y no sin estremecerse (cf. Hebr. 8,7), pues tiene la conciencia de estar ante Dios (cf. Hebr. 9,24). O si prefieren, el Arca equivale a una rotunda afirmación de la presencia de Dios en medio del pueblo (cf. Jr. 14,19).
Es posible que el evangelista Lucas se inspirase en 2 Sam 6,1-23: Procesión del Arca hacia el templo y baile jubiloso David ante el Arca. Tanto el templo como el Arca tienen algo en común. Tanto David como Isabel se percatan de la presencia del Señor en el Arca. La Presencia y la Gloria moraban en la antigua Arca y también en la nueva. David e Isabel reaccionan de un modo similar ante el Señor presente (cf. 1 Cro 15,79; 16, 4,5.42; Le. 1,42). Ambos son conscientes de que el Señor mora en el Arca. El que puso su tienda en nuestro campamento mora entre nosotros. Dicho para nosotros: El Señor no habita en el exiguo espacio de unos centímetros (cf. Ex. 25,10-21) sino en la carne de María (cf. Jn. 1,14)
El pavor que infundía el Arca antigua y el pavor entre sus enemigos (cf. 1 Sam,l- 4), van de la mano, si bien ante el Arca actual sea más preciso hablar de sobrecogimiento. Isabel vierte su estremecimiento en una doble bendición, como dije. Isabel se halla ante el Bendito por los siglos y Juan salta de jubiloso en las entrañas de Isabel, como David ante el Arca. Así como el Arca va y viene, el Arca de la Nueva Alianza también se desplaza. El símbolo del Arca se adecúa perfectamente a la escena de la Visitación de María a su prima Isabel.
Explicación del simbolismo
La presencia del Señor en el arca suscitaba el sobrecogimiento de su pueblo. Acaece algo similar ante la presencia del Señor: Las aclamaciones de los fieles van dirigidas a María. De este modo se aclama a Cristo, el Señor presente en el Arca. Si Juan da testimonio de Jesús, María es aclamada por Isabel. Esta página evangélica refleja, en definitiva, la veneración que Lucas, o la comunidad cristiana de la época apostólica tributa a María, la Madre del Señor. Ambos aspectos van unidos.
La Iglesia proclama en la voz de Isabel: «Dichosa la que ha creído… » (v 45). Es la última palabra de Isabel. Así el lector de esta página sabe que la cualidad más excelente de María es su fe, que le abrió camino a la maternidad, y es modelo para todo creyente. María, la primera creyente, es un espejo para la Iglesia. Si dirige la mirada a María, que nos precedió en el camino de la fe, sabrá descubrir a la creyente, modelo de todo creyente. María nos indica dónde está el Señor, de modo semejante a como en otro tiempo hacía el Arca de la Alianza con los israelitas.
María, que lleva a Jesús en su seno, es la protagonista en la escena de la Visitación. María ya ha pronunciado su «Fiat» (Le 1,38) ante el Ángel Gabriel, e Isabel la ha aclamado «Dichosa» (Le. 1,35). Es decir, María se ha declarado al servicio del plan divino. Con su «Fiat» se ha puesto completamente al servicio de los planes divinos. En virtud de ello, el Señor la ha colmado con su presencia. A partir de este momento, María es el Arca de la Nueva Alianza. Todo su ser proclama: Dios está aquí. Y ella, peregrina de la fe, acompañará a la comunidad de los discípulos. El Señor está en la nueva Arca, les dirá
La visita de María a Isabel, en el fondo nos remite a Cristo. Es el Señor que va hacia el Templo -al Santo de los Santos-, mientras que Juan es tan sólo el que da testimonio del Señor, ya desde el seno materno. De este modo Juan cumple la misión para la que está destinado. Isabel interpreta proféticamente el testimonio de Juan, que salta de alegría ante la Presencia del Señor -residente en el Arca- y el advenimiento de la salvación mesiánica.