La mejor herencia que los padres pueden dar a sus hijos es la fe en Dios. Ésta se logra mediante la educación que da a Dios el lugar que le corresponde, siendo coherentes, viviendo lo que se cree y se enseña. Porque una cosa es decir que creemos en Dios y que lo amamos, y otra es creer en Él y amarlo de veras. Si alguien dice que es católico pero no va a Misa; no frecuenta ninguno de los Sacramentos o vive sin ellos; no ora; no se congrega con los demás miembros de la Iglesia; no hace nada por su prójimo necesitado… ése alguien es incoherente. Y si además es deshonesto, infiel, corrupto o violento; si es una mala influencia para los demás, si abusa de ellos y no tiene la menor intención de enmendarse esa persona vive el ateísmo práctico, que lleva al olvido de los valores. La vida sin Dios (ateísmo), tarde o temprano «pasa la factura». Eso es lo que le está pasando a muchos países.
El ateísmo «se contagia»
Consideremos algunos datos entre los que el IMDOSOC proporcionó el pasado mes de febrero a partir de una encuesta realizada sólo a católicos prácticantes en México, uno de los países latinoamericanos con mayor número de católicos en el mundo. Entre ellos, sólo el 39% asiste a Misa una vez por semana porque lo considera positivo, y creen que lo que provoca que la mayoría de los católicos no vaya a Misa es la existencia de otras religiones, pero no consideran importante hacer algo para que vayan, ya que así están bien las cosas. Lo más significativo es que sólo el 3% piensa que la Iglesia ayuda a resolver el problema de la falta de fe, el 2%, los problemas familiares y el 25% considera que en realidad la Iglesia no ayuda a resolver ningún problema social en nuestro país. Ellos y los no-prácticantes son el segmento más alejado y más crítico. Se estima que para el año 2015, la población no católica en México podría aumentar hasta el 21%, y los jóvenes no practicantes del 16% al 23%. Lo que más pesa en las valoraciones de la Iglesia entre los jóvenes y los no practicantes es la desconfianza ocasionada por los abusos sexuales, porque consideran cerrados a los practicantes y hay una desconfianza generalizada.
La estadística comprobó que existe una relación directa entre «ser practicante y tener padres practicantes» y «ser no practicantes y tener padres no practicantes». Es decir que el ateísmo suele ser «una enfermedad hereditaria» que ya se ha propagado mucho no sólo en México, sino en el mundo entero, aunque es esta nación donde se ha hecho este estudio.
Fe en el Dios verdadero
Ni siquiera entre los católicos practicantes de México está claro quién es Jesucristo: el 54% dice que es Dios, pero sólo el 1% sabe lo que significa que Él sea «Hijo de Dios»; y éste último es exactamente el mismo porcentaje de los que lo consideran un mito (1%), una idea (1%), un sueño (1%).
Es necesario que todos pongamos cuanto esté de nuestra parte para fomentar la transmisión de la fe, y especialmente entre los jóvenes, pero hay que pensar en la imagen de Dios que les vamos a transmitir. El «Dios buena onda» que no pide nada a las personas ni tiene proyectos importantes para ellas no es el Dios verdadero; éste es el falso dios de los incoherentes. Tampoco la imagen de un «Dios-que-se-opone» a que realicemos nuestra personalidad y nuestra libertad, o la de un «Dios-policía», atento a las infracciones que cometemos son imagenes del Dios verdadero. No lo es la del «Dios-amuleto» de los que lo buscan para tener buena suerte. Todas esas imágenes falsas han sido la causa de que muchos rechacen a Dios.
La historia nos enseña que la «imagen de Dios» que la persona tiene suele estar de acuerdo con el «espíritu de la época» en la que vive, es decir, la manera de pensar común. En otros tiempos Dios era visto y respetado como el «dueño» de la realidad, por lo que era muy importante cumplir con lo que pedía la «santa religión» y practicamente nadie objetaba nada al respecto. Pero nuestra época es marcadamente personalista: hoy debemos entender que Dios es el primero que nos respeta como personas para transmitirlo así. Que los niños y los jóvenes se encuentren con el Dios que nos reveló Jesús: un Dios que les acepta con su manera de pensar y de sentir, y sólo pide no perder de vista la eternidad. Un Dios que nos ha dado razón, pero también emociones; un Dios que ha sembrado en nuestro corazón anhelos muy nobles y deseo de trascendencia. En fin, que todos nos esforcemos por conocer y dar a conocer al Dios Padre Misericordioso que es el único que nos reveló Jesús.
- Lilián Carapia es licenciada en Filosofía y religiosa del Instituto de Hermanas Misioneras Servidoras de la Palabra, en México. Lee otros artículos suyos en Revista FAST