Un buen día de 2005, David Barrins, un banquero irlandés, exitoso y con gran porvenir, que trabajaba en el centro financiero de Dublín, sorprendió a su familia, a sus amigos y a su empresa al anunciar que dejaba su trabajo para seguir la llamada de Dios y convertirse en monje. Al día siguiente ingresaba en la orden católica de los dominicos y empezaba un noviciado que culminó este domingo cuando se convirtió en sacerdote en la iglesia de Santa María de Cork. El destino quiso que Barrins, de 32 años, fuera ordenado el mismo día que el primer ministro, Brian Cowen, comunicaba que había pedido un préstamo internacional para salvar la economía irlandesa.
Aunque el banquero irlandés se convirtió hace cinco años, había escuchado la llamada de Dios desde muy pequeño, desde los 10 años, cuando era monaguillo en Collooney, un pequeño pueblo bucólico y tranquilo, de apenas 900 habitantes, situado en el condado de Sligo, en el norte de Irlanda. «En ese momento me dije: o la ignoras [la llamada de Dios], o le das una oportunidad y la sigues», explicó al diario local The Irish Examiner. Al final ignoró la llamada de Dios, no se atrevió a explicarlo ni a sus padres ni a sus amigos, y siguió con su vida. Quería casarse y tener hijos como todo el mundo. Terminó la escuela e ingresó en la universidad, donde se licenció en Finanzas. Tenía un gran talento para el negocio del dinero y no tardó en ser contratado por el Allied Irish Bank (AIB), uno de los cuatro principales bancos comerciales irlandeses, como corredor en elmercado de divisas. Se especializó en transacciones internaciones, sobre todo en el yen japonés, convirtiéndose en uno de los corredores con mayor proyección. Barrins tenía su oficina en el centro financiero internacional de Dublín, viajaba continuamente, ganaba mucho dinero y percibía suculentos bonos. Vivía a todo lujo y tenía el mundo a sus pies. Sin embargo, se sentía vacío. «Mi trabajo no me satisfacía en un nivel profundo. Tenía mucho dinero, pero no me sentía independiente», confesó.
Pese a que «fueron años muy divertidos», en su interior seguía recordando aquel día en la iglesia de su pueblo, cuando era un monaguillo. Hasta que decidió hacer público su secreto. Veintidós años más tarde, comunicó a sus padres y amigos que abandonaba el trabajo y regresaba a su Sligo natal para hacer votos de pobreza, obediencia y castidad. Se enclaustró e inició su formación para convertirse en sacerdote. El domingo, ya convertido en el padre Barrins, el ex banquero contó que su estilo de vida anterior, sus viajes, la gente que había conocido, le habían permitido saber lo que el dinero significa y eso le ayuda en su misión actual como cura.
«Mis hermanos de la orden tienen orígenes muy variados, muchos fueron banqueros como yo y hay muchos farmacéuticos también», explicó, «creo que este bagaje nos ayuda a relacionarnos con la gente, nos da la habilidad de hablar sobre el mundo y de hablarle al mundo».
Barrins contó que en ningún momento se ha arrepentido de su decisión y que no echa en falta el lujo: «Decidí que lo intentaría y que me saldría del sistema, y durante este tiempo [de noviciado] he sidomás feliz que en todami vida». Sus padres, sus tres hermanos y sus amigos más íntimos asistieron orgullosos a la ordenación. Ellos le han apoyado desde elmomento en que se lo comunicó. Durante la ceremonia, su rostro parecía relajado y liberado. Por fin había cumplido su sueño.
DANIEL POSTICO / Londres Especial para EL MUNDO