Entrar y salir de Gaza es un privilegio sólo reservado para cooperantes, personal humanitario y, por supuesto, para el ejército israelí. Privilegio que no es inmediato, ni sencillo, no exime de registros exhaustivos y situaciones humillantes.
Esta sensación de vulnerabilidad se olvida nada más pasar la zona de seguridad. Ya en territorio palestino aparecen las primeras escenas del bloqueo: niños que deberían estar estudiando y están recogiendo escombros. Los materiales de casas bombardeadas por Israel que hace menos de un año aún estaban en pie y cuyos habitantes estaban vivos, ahora se reutilizan para reconstruir otras viviendas aún con vida. Se rehacen muros y pequeñas infraestructuras que los habitantes de Gaza han aprendido a rehabilitar para poder sobrevivir. El cemento y los materiales de construcción están en la lista de materiales prohibidos que tienen vetada la entrada en Gaza. Israel considera que el cemento es peligroso porque con él “Hamás [que ganó las elecciones democráticas en 2006] puede construir bunkers”. Ahora niños y mujeres rebuscan entre los escombros para poder reconstruir su casa o para ganar algo de dinero. Más del 40 por ciento de la población está en paro según cifras de Amnistía Internacional.
Estos niños palestinos que rebuscan cemento son menores. Niños a ojos de los cooperantes que llegan a Gaza, terroristas para los francotiradores israelíes que miran por el objetivo de un sofisticado rifle y ejecutan órdenes. La mayoría de las muertes dadas a conocer como “incursiones de terroristas franqueando la zona de seguridad” son las de niños palestinos que rebuscan material de construcción.
Al adentrarse en cualquier ciudad de Gaza, las señales que ha dejado la guerra son visibles en casi todos los edificios. No hay un rincón que sin bombardear. “En esos días [Operación Plomo Fundido, diciembre 2008 y enero 2009] no había un lugar seguro”, cuenta un A.P, gazatí, testigo directo que no quiere identificarse por miedo. Sin embargo, la imagen de desolación, contrasta con el movimiento y la vitalidad en la calle y la hospitalidad de la gente.
Olvidar para vivir
La población ha aprendido a normalizar su vida. Los psicólogos denominan resiliencia a la capacidad del ser humano para hacer frente a la adversidad, para poder seguir viviendo. Eso es lo que intenta hacer la mayoría de la población en Gaza. Pero según Médicos sin Fronteras, entre 20.000 y 50.000 sufren problemas psicológicos como consecuencia de la situación de bloqueo. La población saca fuerzas para seguir adelante. “Los ciudadanos de Gaza, no porque vean que hay futuro, sino porque no les queda más remedio, continúan trabajando”, señala un cooperante que colabora en un proyecto educativo financiado desde Europa.
Según Naciones Unidas, el 90 por ciento de la población depende de la ayuda internacional. Los alimentos básicos están vetados, excepto los que interesan. La fruta, que llega desde Israel, no es objeto del bloqueo. Los túneles tratan de sortear el bloqueo, son la única vía de acceso de muchos productos básicos, y no sólo alimentos. Los aparatos para los hospitales viajan clandestinamente bajo tierra, porque Israel, la ha incluido en su lista de productos peligrosos.
Debido al bloqueo se han generado graves problemas de malnutrición, según denuncian organizaciones humanitarias. Porque apenas hay proteínas en la dieta de la población de Gaza. El pescado al que sí podrían tener acceso los habitantes de Gaza, ya que tienen acceso al mar. Pero también ahí existe una prohibición, la limitación de las tres millas para poder faenar. Esa prohibición hace que el tipo y la cantidad de pescado que se puede conseguir sea insuficiente, situación que empeora por el agotamiento de los recursos, al que contribuye también el vertido de aguas residuales directamente al mar. Ya casi nadie se baña, las tres plantas de tratamiento de agua, aún funcionando a pleno rendimiento, no darían para tratar el agua antes de ser vertida, y el permanente corte en el suministro de energía las hace aún menos eficaces las plantas de depuradoras.
Pero aquí, Israel, magnánimamente ha levantado un poco la mano, ha permitido la entrada de material de construcción para ampliar una de ellas (aun así, lejos de ser suficiente). El mar, que no sabe de bloqueos, estaba llevando las aguas residuales de Gaza hacia las playas de Tel Aviv, donde la gente sí se baña.
Contaminación, vertidos, monocultivos, sobreexplotación de acuíferos cercanos al mar, superpoblación… elementos que por sí solos hablan de la situación. A todo esto se suma la falta de libertad y el confinamiento humano, Gaza es una gran cárcel construida por Israel y asistida por Egipto.
Este castigo colectivo Israel lo justifica por la elección de Hamás como Gobierno. Sin embargo, más de la mitad de la población de Gaza tiene menos de 20 años, más de la mitad de la población actual, y no votó en su día a Hamás. No sólo, es necesario y justo el fin del bloqueo, también hay que terminar con Ocupación.
- Visto en Periodico Diagonal
Fuente de imagen: Depositphotos