Al observar las distintas escenas de Pascua en las que se narran las apariciones del Resucitado, descubro que prácticamente en todas el lugar de referencia es el Cenáculo.
María Magdalena, al ver el sepulcro vacío, corrió a decirle a Pedro el suceso. Pedro y el otro discípulo, después de ir a comprobar lo que decían las mujeres, “volvieron a casa”. Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros» (Jn 20). “Pedro se levantó y corrió al sepulcro. Se inclinó, pero sólo vio las vendas y se volvió a su casa, asombrado por lo sucedido” (Lc 24, 12). Los dos de Emaús, “levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos” (Lc 24, 33).
La casa, el lugar donde se encontraban reunidos, Jerusalén, hacen referencia al Cenáculo, al lugar de la comunidad, de pertenencia, al que se vuelve o se permanece en los tiempos recios.
Los momentos difíciles, como los que sufrieron los seguidores de Jesús por los acontecimientos dramáticos de la pasión de su Maestro, traumatizaron a los discípulos. En momentos de intemperie se busca la referencia amiga, solidaria, donde se pueda verbalizar el sentimiento, expresar los temores, sentir la presencia de los que te comprenden.
El miedo, el temor, el fracaso, redujeron a los Apóstoles al recinto del último encuentro con su Maestro, donde recordarían todas las escenas de lo vivido con Él durante los años de discipulado.
Pero el Cenáculo no es icono de Pascua como lugar de nostalgia, endogámico, sino como lugar de la experiencia más trasformadora, sea porque en ese espacio se produjo la visión del Resucitado, sea porque todos los que iban sintiendo su encuentro con Él, volvían al lugar de la comunidad para compartirlo, pues allí se encontraban los discípulos reunidos.
La fe en Cristo resucitado no aísla, sino que conduce al recinto de la comunidad, que se convierte en el espacio de la fe, de la alegría, de la memoria, de la objetivación de los acontecimientos.
Si los encuentros con el Resucitado se describen en lugares distintos, como indican los evangelios -en el jardín de José de Arimatea a María Magdalena; a las mujeres en el camino de retorno hacia la casa; a los de Emaús en la posada, a la hora de la cena; en Galilea, junto a las brasas, a la hora de almorzar, y en Jerusalén en el mismo sitio donde se encontraban reunidos y donde Jesús les pidió algo de comer-, en todos los casos el lugar de encuentro es el Cenáculo o el lugar que hace referencia a la comida.
La experiencia pascual o acontece en el lugar de la comunidad, o mueve a encontrarse con los hermanos en la fe.