Así pues, las preguntas a las que es necesario dar respuesta son: si el sistema global está protegido y si las instituciones actuales son suficientes para ello. Y la respuesta es que no.
Instituciones inadecuadas
La mayoría de las instituciones globales no tienen capacidad para escapar de los peligros que acechan y además transmiten una falsa sensación de seguridad. Podemos considerar los predecesores a algunas organizaciones creadas después de la Primera Guerra Mundial y que han sobrevivido hasta nuestros días, como la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que actúan como coordinadores y no como reguladores.
El Banco Internacional de Pagos (BIP)
Se le considera el Banco Central de los Bancos Centrales, actúa como una cámara de compensación internacional y como un foro para la cooperación monetaria internacional, centraliza datos y dicta principios rectores.
Es el mejor candidato para regular los mercados financieros, pero no tiene poder coercitivo. Según el BIP el punto de vista oficial sigue siendo que “las regulaciones existentes, complementadas con los nuevos esfuerzos para mejorar los controles internos, la transparencia externa y el funcionamiento del mercado, deben ser suficientes para contener los riesgos sistémicos”. Nosotros no estamos de acuerdo con esta visión excesivamente optimista.
Las instituciones de Bretton Woods
Fundadas en 1.944 son el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Ambos han sido inestimables para imponer disciplina económica en el hemisferio sur, en repúblicas de la antigua Unión Soviética, y a finales del 97 ene l sudeste asiático. Los países muy endeudados tienen pocas opciones salvo aplicar los programas de ajuste estructural dictados por el Banco y el Fondo. Aunque no estuvieran de acuerdo, estos países han liberalizado sus economías, privatizado sus empresas públicas, abolido los controles sobre el cambio de divisas, han aumentado su participación en los mercados mundiales, y en la mayoría de los casos han seguido pagando los intereses generados por la deuda.
En Banco Mundial y el FMI afrontan la competencia de los mercados financieros y los inversores particulares, que son quienes deciden dónde invertir con más prosperidad y qué países merecen recibir préstamos .
A tenor de esto el Banco Mundial comprende que debe aliarse estrechamente son el mercado, de hecho está mejorando la rama dedicada a la cooperación con el sector privado, del mismo modo, el Banco tendrá que actuar como agente entre gobiernos y empresarios. Confiamos en que el FMI continúe en su línea dura y exija la disciplina de ajuste estructural en los países que están endeudados con él, sin embargo se ha saltado sus norma para mantener a Rusia a flote con nuevos créditos y a los tigres asiáticos, pero sus recursos no son ilimitados ni elásticos.
Por otra parte no es de esperar que el Banco o el Fondo pongan freno a un accidente económico, ni siquiera que lo predigan, por esta razón es preciso que el fondo realiza una investigación profunda para ser capaz de hacer sonar la alarma cuando sea necesario.
No se recomienda que estas instituciones sean clausuradas, ya que siguen sirviendo como garantes del liberalismo y, sobre todo, son utilizadas por los países del G7, que las emplean para no tener que intervenir abiertamente en las naciones que atraviesan una crisis económica.
La ONU
Aunque suele cumplir de forma correcta sus funciones de mantenimiento de la paz, no tenemos esperanza de que los principales Estados Miembros den poderes reguladores a la Asamblea General o a los órganos especializados. De estos UNICEF es el que mejor funciona, ya que los gobiernos están de acuerdo en que vacunar a los niños es algo beneficioso para todos, sin embargo otros organismos de la ONU que trabajan en áreas más polémicas no tienen la misma aceptación ni operatividad:
la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) no ejerce ningún control sobre la producción y distribución mundial de alimentos.
El Programa para el Medio Ambiente (PNUMA) no es capaz de conservar el medioambiente.
La Comisión de las Naciones Unidas sobre el Comercio y Desarrollo (UNCTAD) no elabora normas para el comercio, etc.
Pero la ONU es útil porque los miembros más pequeños y débiles tienen la ilusión de que poseen voz y voto en la gestión de los asuntos mundiales.
La Organización Mundial del Comercio
Es la mejor creación para el sostenimiento de la globalización del libre mercado, ya que sus Estados Miembros le han conferido auténticos poderes para decidir y regular y ya ni pueden poner trabas al comercio.
Según sus leyes cualquier Estado Miembro puede cuestionar las barreras no arancelarias aunque se defiendan como medidas para proteger la salud humana o el medioambiente. Los expertos serán los que tomen las decisiones vinculantes, por primera vez una institución internacional puede revocar los intereses nacionales particulares. Sin embargo puede provocar grandes contradicciones, debido a las discrepancias existentes entre los países ricos y democráticos y los países pobres y autocráticos en temas como derechos laborales o protección del medioambiente. Del mismo modo puede haber reacciones violentas por parte de los ciudadanos al descubrir que las normas de la OMC obligan a aceptar estándares muy inferiores a los usuales, sobre todo en alimentación, ya que estos productos se han obtenido en dudosas condiciones higiénicas o ecológicas, debido a que muchos contienen residuos de pesticidas, algunos de ellos cancerígenos, o se han utilizado hormonas de crecimiento o pienso modificado genéticamente para alimentar al ganado.
Como consecuencia cabe que las organizaciones de consumidores y las medioambientales se hagan más combativas a según se vayan dando cuenta de estas realidades, o que no acepten la resolución de disputas de la OMC. Los grupos de expertos se reúnen sin observadores y no existen actas ni documentos públicos, se aplican sanciones automáticamente a la parte a la que declaren culpable, a no ser que los países miembros voten unánimemente contra ellas en un plazo de 90 días.
En general, salvo algún éxito como el de la OMC, el ámbito regulador internacional está lleno de agujeros y la economía globalizada necesita normas para que pueda sostenerse a sí misma, y quienes mejor pueden dictarlas son los principales actores de la economía.
El papel de las empresas transnacionales
Las grandes empresas deberían proporcionar los mecanismos de control político que hacen falta para asegurar la permanencia del sistema que garantiza su existencia y sus beneficios, pero los jugadores transnacionales europeos, japoneses y americanos siguen compitiendo ferozmente y con ello desestabilizan el frágil sistema global.
Esta competencia feroz deriva en demasiadas fábricas, con demasiados bienes para demasiados pocos compradores, lo que termina produciendo la reducción de las plantillas de los trabajadores y el traslado de las fábricas de unos lugares a otros.
Hasta el momento la respuesta a la saturación no ha sido la cooperación sino nuevas medidas competitivas, además estas empresas no se toman en serio el medioambiente a la hora de regular sus responsabilidades.
La Conferencia de Río dejó la regulación y la gestión del medioambiente en manos de los gobiernos, cuando las empresas son transnacionales y los problemas del medioambiente no entienden de fronteras. La Conferencia de río reconoció que las empresas transnacionales deben autorregularse individualmente. La regulación de los mercados financieros
Las instituciones internacionales y empresas trasnacionales carecen de competencia para gestionar el conjunto del sistema basado en el mercado.
Algunos observadores afirman que la tecnología de la información es ya lo bastante poderosa para prevenir los accidentes importantes. Nosotros discrepamos: por primera vez los mercados funcionan en un mundo sin fronteras, pero las tecnologías se han extendido con más rapidez que los medios de protegerlo de sus propios éxitos y excesos. La tecnología de la información pone a todos los operadores en contacto instantáneo, pero no puede protegerlos de sus propios actos, además las autoridades estatales no ejercen todo el control sobre el valor de sus monedas y sus políticas monetarias.
No sólo los mercados financieros nacionales están plenamente integradas en el global sino que se han abolido las fronteras entre diferentes tipos de mercado que antes estaban separados. Ya no se pueden trazar fronteras reconocibles entre mercados de capital a corto y largo plazo, mercados de divisas, mercados de materias prismas o de derivados, etc. El apalancamiento lo es todo; economías enteras se basan literalmente en el papel, este papel representa valores puramente teóricos.
Los mercados de derivados se expanden a una gran velocidad, estos derivados inventados para protegerse de los riesgos financieros ahora los agravan. Los mercados financieros tampoco mantienen una gran conexión con la economía o el comercio reales, las cantidades que circulan en los mercados de divisas suelen representar 50 veces el valor de mercado de las transacciones en productos tangibles y servicios no financieros.
Los especuladores individuales, las empresas, los bancos, los fondos de pensiones… cosechan grandes beneficios del sistema pero no les importa el sistema en sí con independencia de cuáles sean sus propios intereses a largo plazo. En el ámbito financiero predominan las decisiones instantáneas, la lógica del corto plazo actúa contra el beneficio a largo plazo, los derechos inmediatos de cada operador desbancan el mantenimiento del sistema que garantiza esos derechos. En este contexto ¿cómo se pueden contener las tendencias peligrosas y mucho menos prevenir un accidente global?
Apenas de debate el régimen fiscal de las transacciones y cuando se debate es rechazado, el volumen de las operaciones enriquece a mucha gente, por lo que no es sorprendente que intervenga la ley de la máxima resistencia colectiva a frenar esa exhuberancia. Un accidente financiero importante desencadenaría pérdidas empresariales masivas y un enorme aumento del desempleo que provocaría erupciones sociales de dimensiones volcánicas.
Recordamos a los solicitantes que los cimientos de la teoría y la práctica del libre mercado no son el altruismo ni el sacrificio, sino el interés y los beneficios inmediatos, por tanto resultaría sorprendente encontrar este mercado plagado de conductas desinteresadas, estadísticamente significativas. Hoy los actores del mercado sólo se preocupan de sí mismos y no de transmitir su legado individual o colectivo.
En consecuencia no hay en perspectiva ninguna política reguladora global redistributiva o para el mercado financiero, y las autoridades globales tienen pocas esperanzas de reducir las amenazas sistemáticas.
Uno, dos, muchos mercados globales
Aunque hemos hablado del mercado es realidad no estamos en presencia de un único mercado mundial, sino de cuatro mercados internacionales con elementos comunes:
Mercado tradicional de bienes y servicios.
Mercado laboral.
Mercado financiero.
Mercado medioambiental: que abarca tierras, recursos físicos tangibles e intangibles, el uso de la naturaleza como receptáculo de residuos.
Una sola empresa transnacional actúa de forma simultánea en los cuatro mercados. Busca la mano de obra más productiva al precio más favorable, se protege para garantizar el valor de sus transacciones futuras en diversas monedas; consume capital natural y usa medios para deshacerse de los residuos; vende bienes y servicios. Estas actividades no se pueden colocar en compartimentos estancos, aun cuando se lleven por separado en los libros de contabilidad.
De estos mercados interrelacionados sólo el de bienes y servicios cuenta con algo parecido a una regulación metódica a nivel global, gracias a la Organización Mundial del Comercio. La regulación de los otros tres mercados quedan en su mayor parte en manos del azar y de las fuerzas de la oferta y la demanda.
Libertad y límites
Creemos que para que sea realmente libre, el mercado necesita restricciones. Sin embargo, nuestras únicas instituciones reguladoras internacionales existentes regulan en la dirección de dar mayor libertad aún, para que el mercado opere sin restricciones de ningún tipo.
Un sistema basado en la libertad individual, en la autorregulación y en las leyes de la competencia y supervivencia para los más aptos no va a pedir por sí mismo ser regulado, pues los principales beneficiarios no van a actuar contra sus intereses inmediatos, ni contra los propios principios del aprovechamiento y beneficios en que se basa el libre mercado y su propio éxito. Imaginar que estos beneficiarios podrían reconocer la necesidad de unas regulaciones externas es negar todas las leyes conocidas de la conducta humana. Todas las amenazas para el libre mercado global se derivan de su éxito. Los principales motores del sistema han demostrado tener una gran resistencia para hablar y afrontar estas amenazas. A pesar de ello el supuesto casi universal del que parten los principales participantes del mercado es: “cuanta más libertad mejor”.
Sin embargo advertimos que sin reglas y restricciones el mercado puede producir su propia ruina: creará demasiados pocos ganadores y demasiados perdedores, llevará a la sobreproducción y al infraconsumo, a la destrucción ecológica a concentraciones de la riqueza cada vez mayores y asimismo a un rechazo más grande de los no aptos. El número de estos aumentará y harán sentir su presencia con acciones nocivas y desestabilizadoras.
Dado que el mundo se está convirtiendo en un mercado único y unificado, con gran rapidez, las adaptaciones tienen que realizarse en meses o como mucho en pocos años, quienes no puedan adaptarse con esta rapidez quedan excluidos de los beneficios del sistema.