El problema en el mundo y en las iglesias -sugiere Jim Wallis- es que, constantemente, los conservadores se equivocan, y los liberales (por sobre- reacción a los conservadores) entonces no lo hacen de ninguna manera. En ningún sitio es más cierto esto -creo yo- que en cómo discernimos el dedo de Dios en los acontecimientos de nuestras vidas.
Jesús nos dice que discernamos el dedo de Dios en nuestras vidas leyendo los signos de los tiempos. ¿Qué se quiere decir con eso? La idea no es tanto que miremos toda clase de análisis social, político y religioso para tratar de entender lo que sucede en el mundo, sino más bien que miremos todos los acontecimientos de nuestras vidas, personales o globales, y nos preguntemos: ¿Qué está diciéndome Dios en este acontecimiento? ¿Qué está diciéndonos Dios en este acontecimiento?
Una generación anterior entendió esto como el intento de armonizarlo con la actuación de la “divina providencia”. Esa práctica vuelve a los tiempos bíblicos. Cuando leemos la biblia, vemos que para el pueblo de Dios nada sucedía que fuera entendido como puramente secular o religiosamente neutral. Más bien en todo acontecimiento, fuera accidental y secular, ellos veían el dedo de Dios. Por ejemplo, creían que, si perdían una guerra, no era porque el otro lado tuviera mejores soldados, sino más bien porque Dios había dirigido de alguna manera esto para darles una lección. O, si eran castigados con una sequía, era porque Dios había parado activamente la lluvia de los cielos, para darles de nuevo una lección.
Ahora es fácil malentender esto porque, frecuentemente, al escribirlo, los autores sagrados dan la impresión de que Dios causó el acontecimiento activamente. Esa fue su expresión, aunque no intentaron dar ese significado. La biblia no trata de enseñarnos que Dios causa guerras o hace que los cielos dejen de llover; acepta que son el resultado de la contingencia natural. La lección es sólo que Dios habla a través de ellos.
Y es aquí donde los conservadores tienden a equivocarse, y los liberales tienden a perder el punto. Un reciente ejemplo de esto es la reacción de ciertos círculos religiosos, conservadores y liberales, al estallido del SIDA. Cuando el SIDA irrumpió por primera vez, algunas de las fuertes voces conservadoras religiosas hablaron diciendo que el SIDA era un castigo de Dios sobre nosotros por nuestra promiscuidad sexual, particularmente por la homosexualidad. Las voces liberales religiosas, por su parte, se extrañaron tanto de esto, que su respuesta fue: ¡Dios no tiene nada que ver con esto!
Ambos necesitan una lección sobre la actuación de la divina providencia. Los conservadores religiosos se equivocan en su interpretación: Dios no causa el SIDA para castigarnos por la promiscuidad sexual. A la inversa, los religiosos liberales están también equivocados al decir que esto no tiene nada que ver con Dios. Dios no causa el SIDA (ni ninguna otra enfermedad), pero Dios habla por medio del SIDA y todas las demás enfermedades. Nuestra tarea religiosa es discernir el mensaje. ¿Qué nos está diciendo Dios con esto?
James Mackey enseña que la divina providencia es una conspiración de accidentes a través de los cuales Dios habla. Frederick Buechner va un poco más allá de esto al decir: “Esto no significa que Dios haga que nos ocurran acontecimientos que nos muevan en ciertas direcciones como piezas de ajedrez. En vez de eso, los acontecimientos suceden bajo su propia corriente tan casual como la lluvia, lo cual significa que Dios está presente en ellos, no como su causa sino como el único que, incluso en los más duros y más espeluznantes de ellos, nos ofrece la posibilidad de esa nueva vida y de la sanación, que yo creo es la salvación”.
Dios está siempre hablándonos en cada acontecimiento de nuestras vidas. Para un cristiano, no hay nada como una experiencia puramente secular. El acontecimiento puede ser el resultado de fuerzas puramente seculares y contingentes, pero contiene un mensaje religioso para nosotros, siempre. Nuestra tarea es leer ese mensaje.
Y una nota adicional: Generalmente, parece que oímos la voz de Dios sólo en experiencias que son profundamente dolorosas para nosotros, más bien que en los acontecimientos que nos traen gozo y placer. Pero no deberíamos malentender esto. No es que Dios hable sólo a través del dolor y esté callado cuando las cosas van bien. Por mejor decir, en palabras de C.S. Lewis, el dolor es el micrófono de Dios para un mundo sordo. Dios está hablando siempre; generalmente, nosotros no escuchamos. Empezamos a sintonizar con la voz de Dios sólo cuando nuestros corazones empiezan a romperse.
La divina providencia es una conspiración de accidentes por los que Dios habla, y nosotros debemos ser muy cuidadosos en lograr bien ambas partes de la ecuación. Dios no causa el SIDA, el calentamiento global, la situación de los refugiados en el mundo, el diagnóstico de un cáncer, el hambre en el mundo, los huracanes, los tornados, ni nada semejante con el fin de darnos una lección; pero algo en todas estas cosas nos invita a tratar de discernir lo que Dios está diciendo a través de ellos. Del mismo modo, Dios no hace que tu equipo deportivo favorito gane un campeonato; eso es también el resultado de una conspiración de accidentes. Pero Dios habla a través de todas estas cosas; incluso en el triunfo del campeonato por parte de vuestro equipo favorito