Nuestra sociedad se caracteriza por la prisa, el activismo, la productividad, el afán de novedad, por el deseo de nuevas noticias y de últimos productos. Lo efímero, el consumismo, lo desechable, el deseo de la sensación inmediata se imponen, y se sufre ansiedad, estrés, agotamiento, fatiga, desencanto, escepticismo, desesperanza…
Jesús sale hoy a nuestro encuentro y nos invita al sosiego, al descanso. Nos ofrece alivio en nuestra fatiga, agua para nuestra sed; cobijo y sombra o luz y calor en los momentos de intemperie. Él asume nuestra necesidad y se convierte en respuesta ante nuestras indigencias.
El Adviento es tiempo de espera confiada; de andadura orientada; de pasos ciertos; de alegría contenida; de esperanza fundada; de deseos positivos; de acogida de las promesas.
Date un pequeño respiro, como invita San Anselmo: “¡Ea, hombrecillo!, deja por un momento tus ocupaciones habituales, y entra dentro de ti. Arroja tus preocupaciones…” Jesús nos dice: “Venid a mí los que estáis cansado y agobiados, que yo os aliviaré, y encontraréis vuestro descanso”.