¿Qué es un monasterio? ¿Cómo funcionan los monasterios? San Benito (480-547 d. C.), que es considerado fundador del monacato occidental, ofreció este consejo como regla esencial para sus monjes: Permaneced en vuestra celda, que os enseñará todo lo que necesitáis saber. Correctamente entendida, resulta una rica metáfora, no un consejo literal. Cuando recomienda a un monje que permanezca en su celda y permita que esta le enseñe lo que él necesita saber, no se está refiriendo a una celda monacal en sentido literal. Alude al estado de vida en el que se encuentra un monje o cualquier otro.
A veces, esto ha sido expresado en la espiritualidad cristiana como ser fiel a tus deberes de estado. La idea expresada aquí es que, si eres fiel en el amor y en el buen corazón a la situación de vida en la que te encuentras, la vida misma te conducirá a la madurez y la virtud. Por ejemplo, una madre que se entrega con abnegación y fidelidad a la educación de sus hijos, alcanzará la madurez y el altruismo por medio de ese proceso. Su hogar será su celda monacal, y ella vendrá a ser metafóricamente la abadesa del monasterio (con algunos monjes muy jóvenes); además, el hecho de permanecer dentro de ese monasterio en el que se convierte su hogar, le enseñará todo lo que ella necesita saber. Educará a sus hijos, pero estos también la educarán a ella. La maternidad le enseñará lo que ella necesita saber y la transformará en una anciana sabia, una Sofía bíblica y arquetípica.
El proceso de envejecimiento es un monasterio natural. Si llegamos a vivir suficientemente, al fin, el proceso de envejecer transforma a todos en monjes. Los monjes emiten cuatro votos: pobreza, castidad, obediencia y perseverancia. El proceso de envejecimiento, que nos mueve (aparentemente sin compasión) hacia la marginación, dependencia de los demás, alejamiento de una vida sexual activa y en una situación de vida de la que no habrá escapatoria, por decirlo así, nos impone esos cuatro votos. Pero, como aconseja san Benito, esto nos puede enseñar todo lo que necesitamos saber, y tiene poder, único como ninguno, de madurarnos muy profundamente. Los monjes tienen secretos dignos de ser conocidos. Lo mismo hace el proceso de envejecimiento.
Esto puede ser particularmente instructivo frente a cómo podemos hacer de nuestros últimos días y nuestra muerte un don más radical para los demás. En los primeros siglos del Cristianismo, el martirio era entendido como la forma ideal de que un cristiano acabara sus días aquí, en la tierra. Se opinaba que era como una forma radical de imitar a Cristo y entregar tu vida como un don. Por descontado, esto tuvo que ser reconsiderado después de que el Cristianismo viniera a ser la religión del estado y los emperadores ya no martirizaran a los cristianos. Después hubo diversos intentos al hacer esto, martirio metafóricamente. Una manera bastante popular de realizarlo era que, después de educar a sus hijos y arribar a la edad del retiro, una pareja se separaba y cada uno se marchaba a un monasterio diferente, donde vivía el resto de su vida como monje o monja.
Los místicos cristianos clásicos tratan de cómo, en la última fase de nuestras vidas, deberíamos entrar en algo que ellos denominan la noche oscura del espíritu, esto es, que efectuemos proactivamente una decisión radical fundada en la fe de entrar en una situación de vida donde ya no seamos capaces de cuidarnos sino debamos confiar, con fe viva, en que Dios proveerá en favor nuestro. Esto tiene paralelismo con la espiritualidad hindú, la cual sugiere que, en la etapa última y plenamente madura de la vida, deberíamos llegar a ser sannyasin, un mendigo anciano y santo.
Sospecho que la mayoría de nosotros nunca renunciaremos a todas nuestras pasadas seguridades, ni nos acomodaremos expresamente en una situación en la que estemos imposibilitados de proveernos y cuidar de nosotros mismos. Pero aquí es donde la naturaleza toma parte. El proceso de envejecimiento lo hará por nosotros. Nos transformará en sannyasin y nos introducirá en la noche oscura del espíritu.
¿Cómo? Conforme envejezcamos y nuestra salud decline y nos encontremos más marginados para conseguir un puesto vital en la sociedad, perderemos progresivamente nuestra capacidad de cuidarnos. Por fin, si vivimos suficientemente, para la mayoría de nosotros significará ingresar en un centro asistencial, lo cual es de hecho un monasterio natural.
¡Qué metáfora más lograda! Un centro de vida asistida, como monasterio natural. La metáfora resulta adecuada para lo que significa entrar (por alistamiento) en la noche oscura del espíritu y lo que significa ser un mendigo anciano y santo, un sannyasin. En esencia, significa esto: cuando alguien está en un centro de vida asistida, al margen de si es millonario o pobre, las reglas son idénticas para todos. Dado que tú ya no eres capaz de valerte por ti mismo (y en absoluto tienes que hacerlo), vives una vida monástica de obediencia y dependencia.
En la vida asistida, vives al son de la campana monástica y mueres como un mendigo anciano y santo.