El Espíritu vino sobre María,
y todos los hombres descubrimos la humanidad
y la jovialidad de nuestro Dios.
El Espíritu vino sobre María,
y apareció en un pesebre la bondad de Dios y su amor a los hombres.
El Espíritu vino sobre María,
y se hizo realidad la unión de la dulzura divina y humana.
El Espíritu vino sobre María,
y el hombre descubrió su grandeza.
El Espíritu vino sobre María,
y, desde entonces, siempre habrá una estrella en el camino de quien busca.
El Espíritu vino sobre María,
y nuestro clamor por una total plenitud
es el eco de la voz de Dios que resuena dentro del corazón de cada hombre.
El Espíritu de Dios vino sobre María,
y toda la creación, todo ser, todo hombre,
aun sin saberlo, gime con dolor aguardando la salvación.
La Presentación de la Bienaventurada Virgen María
Lc 19,41-44. ¡Si reconocieras lo que conduce a la paz!