“«¿Tenéis aquí algo de comer?» Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y comió delante de ellos.” (Lc 42, 41-43)
“Jesús les dice: «Venid y comed». (Jn 21, 12). Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?»” (Jn 21, 15)
Ya nos hemos referido, por doble motivo, al sentido del gusto al contemplar el icono del Cenáculo como lugar de comunión y el significado del pez. En este caso, consideramos el hecho de comer o de cenar, que celebraron los discípulos con Jesús resucitado en tantas ocasiones, como alusión al sentido del gusto, experiencia que les valió a los Apóstoles para después acreditar que Cristo había resucitado.
Los discípulos graban en su memoria especialmente las escenas en las que han compartido con Jesús resucitado alguna comida, y les sirve para autentificar el realismo de la resurrección del Señor.
Hoy sigue siendo posible la relación con Cristo resucitado en el sacramento de su Cena, donde quiere seguir partiendo el pan e invitarnos a beber del cáliz. El sacramento pascual por excelencia es la Eucaristía; participando de él se han forjado, a través de toda la historia de la Iglesia, los mejores testigos, los mártires.
Santa Teresa vuelve a ser nuestra maestra pascual, con relación a la Eucaristía. “¿Quién nos quita estar con El después de resucitado, pues tan cerca le tenemos en el Sacramento, adonde ya está glorificado.” (Vida 22, 6)