El purgatorio como el ver plenamente por primera vez

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.Imagínese que es ciego de nacimiento y que esta viviendo en la edad adulta sin haber visto jamás la luz y el color. Entonces, a través de una operación milagrosa, los médicos son capaces de darle la vista. ¿Qué sentiría inmediatamente al abrir los ojos?  ¿Asombro? ¿Perplejidad?  ¿Éxtasis?  ¿Dolor? ¿Una combinación de todo esto?

Hoy en día sabemos la respuesta a esta pregunta.  Este tipo de operaciones para restablecer la vista se han hecho y se sigue haciendo, y ahora tenemos una idea de cómo reacciona una persona al abrir sus ojos y al ver la luz y el color por primera vez.  ¿Lo que sucede podría sorprendernos?   Así es como J.Z. Young, una autoridad en el funcionamiento cerebral, describe lo que sucede:

"El paciente al abrir los ojos  disfruta poco ó no disfruta nada, de hecho, él encuentra la experiencia dolorosa.  Reporta solo una masa giratoria de luz y colores.   Demuestra ser incapaz de captar objetos con la vista, reconocer lo que son…, o nombrarlos.   No tiene una concepción del espacio con objetos en él, aunque sepa todo acerca de los objetos y sus nombres a través del tacto.  "Por supuesto", usted dirá: "Debe tomase un poco de tiempo para aprender a reconocerlos con la vista".  No simplemente un poco de tiempo, sino más bien mucho tiempo, de hecho, años.  Su cerebro no ha sido entrenado en las reglas de la vista.  Generalmente no somos conscientes de que existen tales normas;  más bien creemos que vemos, como decimos, naturalmente; sin embargo, de hecho, hemos aprendido un conjunto de reglas desde la infancia”. (Ver: Emilie Griffin, Almas en pleno vuelo, p 143-144.)

¿Podría ser ésta una analogía útil para describir lo que los Católicos llamamos “el purgatorio”?  ¿Podría entenderse de esta misma forma la purificación que experimentamos después de la muerte, es decir, como una apertura de nuestra visión y de nuestro corazón, a una luz y un amor que están tan llenos, que nos imponen el mismo tipo de reaprendizaje doloroso y re-conceptualización que acabamos de describir? ¿Podría el purgatorio entenderse precisamente como un ser abrazado por Dios de tal manera que este calor y luz empequeñecen nuestros conceptos terrenales del amor y del conocimiento, y que, como un ciego de nacimiento al que se le da la vista, tenemos que luchar penosamente en el éxtasis de esa luz, y desaprender y volver a aprender prácticamente todo nuestro modo de pensar y de amar? ¿Podría el purgatorio entenderse no como la ausencia de Dios ó algún tipo de castigo ó retribución por el pecado, sino más bien como lo que nos sucede cuando somos plenamente aceptados por Dios, el amor perfecto y verdad perfecta?

En efecto, ¿no es esto lo que la fe, la esperanza y la caridad, las tres virtudes cardinales, ya están tratando anticiparnos en esta vida?  ¿No es la fe un conocimiento más allá de lo que podemos conceptualizar? ¿No es la esperanza nuestro anclaje en algo más allá de lo que podemos controlar y garantizar por nosotros mismos? ¿Y no es la caridad el  llegar más allá de lo que afectivamente nos alimenta?

San Pablo,  al describir nuestra condición aquí en la tierra, nos dice que aquí, en esta vida, sólo vemos como "a través de un espejo, que refleja oscuramente", y que, sin embargo, después de la muerte, veremos "cara a cara".  Es evidente que al describir  nuestra presente condición aquí en la tierra, está poniendo en relieve una cierta ceguera, una oscuridad embrionaria, la incapacidad de ver las cosas como son realmente.  Es importante señalar también que San Pablo dice esto en un contexto en el que se afirma que, ya en esta vida, la fe, la esperanza, y la caridad ayudan a levantar la ceguera.

Estas son, por supuesto, sólo preguntas, tal vez igual de molestas para protestantes y católicos. Muchos protestantes y evangélicos rechazan el concepto del purgatorio por la razón de que, bíblicamente, sólo hay dos lugares eternos, el cielo y el infierno.  Muchos católicos, por su parte, se ponen nerviosos cuando al purgatorio  se le despoja de su concepción popular como un lugar ó estado separado del cielo. Sin embargo, el purgatorio concebido de esta manera, como la apertura total de nuestros ojos y corazones a fin de hacer una re-conceptualización dolorosa de las cosas, podría ayudar a que el concepto sea más aceptable para los Protestantes y Evangélicos, y ayude a despojar el concepto de algunas de sus falsas connotaciones populares dentro de la piedad Católica Romana.

La Purgación verdadera ocurre solamente a través del amor, porque es sólo cuando experimentamos el  abrazo verdadero del amor que podemos ver nuestro pecado y, por primera vez, poder de ir más allá de él.  Sólo la luz disipa la oscuridad y sólo el amor echa fuera el pecado.

Teresa de Lisieux a veces le rezaba a Dios así: "¡castígame con un beso!"  El abrazo del amor pleno es la única verdadera purificación para el pecado, porque sólo cuando somos abrazados por el amor realmente entendemos qué es el pecado, y sólo allí, se nos da el deseo, la visión y la fuerza para vivir en el amor y la verdad.  Sin embargo, esa irrupción del amor y de la luz es todo al mismo tiempo, es encantadora y desconcertante, extática e inquietante, maravillosa y terrible, eufórica y dolorosa.  De hecho, no es nada más y nada menos que el purgatorio.